Del desván a la plaza pública: la historia de un busto de Jiménez de la Espada en Cartagena

En la primavera pasada Ignacio Borgoñós me llamó para invitarme a un acto cívico-académico que el Ayuntamiento de Cartagena estaba organizando para recuperar la figura de Marcos Jiménez de la Espada (1831-1898), el más notable integrante de la Comisión Científica del Pacífico (1862-1866). ¿Cuál era el motivo de esa iniciativa de promoción de nuestra cultura científica? Pues un singular hecho que prueba las discontinuidades de nuestra historia científica como mostré en mi Breve historia de la ciencia española.

En efecto, el año pasado, el arqueólogo e historiador del arte Diego Ortiz, con la ayuda de uno de los cronistas de Cartagena, Luis Miguel Pérez Adán, localizó en uno de los almacenes municipales el busto que hizo el escultor Lorenzo Collaut-Valera en 1928 de Marcos Jiménez de la Espada tras una suscripción pública en la que participaron diversas entidades culturales y sociedades científicas de Madrid y Cartagena.El busto llegó a Cartagena en 1935 tras haber sido expuesto en el Museo de Ciencias Naturales y el Jardín Botánico de Madrid. Los vencedores de la guerra de España no dieron buen trato a la escultura y quedó arrumbada hasta que en 2016 fue recuperada. Ahora se encuentra en un lugar apropiado, enfrente del Instituto de Enseñanza Secundaria Jiménez de la Espada.Pude constatar el interés que ha despertado esta historia en la ciudadanía cartagenera el jueves pasado 28 de septiembre cuando participé en la antigua capilla de ese centro educativo en el acto titulado La aventura de redescubrir a Jiménez de la Espada con la conferencia «Las etapas del proceso de conocimiento del viajeronaturalista e historiador americanista Marcos Jiménez de la Espada».Toda esta historia está explicada en el siguiente video.

Participar en este evento ha sido muy emotivo. Regresaba tras diez años a un lugar muy querido para mí y donde siempre me han tratado estupendamente. Tuve la oportunidad de ver a amigos de otra época como el profesor de filosofía Antonio José Cano y de fundirme en un abrazo con D. César Pazó, bisnieto de Jiménez de la Espada, quien se desplazó desde Murcia.

Entre las sorpresas de esa agradable velada no fue la menor que las conferencias estuvieran acompañadas de la actuación del coro del Instituto dirigido por José Antonio Huarte, que tuvo la amabilidad de escribirme el programa con el que nos deleitaron en el documento que también adjunto. Como se puede ver pudimos gozar los presentes de las interpretaciones de Ce mois de mai de Clement Janequin, El viejo poeta del vasco Luis Iruarrizaga, Aleluya de Leonard Cohen y del himno universitario Gaudeamus Igitur.

 

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