Manhattan (Proyecto)
30 septiembre, 2013 1 comentario
El proyecto Manhattan (conocido en un primer momento como Manhattan Engineering District), iniciado en 1942 para responder a la amenaza nazi y al ataque de Pearl Harbor, ha quedado inscrito en la historia como un momento clave en el que la ciencia ha mostrado un nuevo rostro. Si los vínculos de los científicos con el Estado y las operaciones bélicas han sido estrechos durante mucho tiempo (ya Arquímedes fabricaba armas para el rey de Siracusa, y Napoleón movilizó un gran contingente de científicos para su campaña de Egipto) el proyecto Manhattan los reforzó de una forma no conocida hasta entonces.
Con el objetivo secreto de fabricar la bomba atómica un equipo de centenares de investigadores e ingenieros se instaló sobre una mesa, en un lugar perdido de Nuevo México. Fueron dirigidos por dos personas muy diferentes: el general Leslie Groves, lobo solitario que no se caracterizaba por ser sutil en las relaciones humanas, y el físico Robert Oppenheimer, brillante, cultivado e hipersensible. Fue él quien encontró el lugar donde se instaló el proyecto: Los Alamos, una escuela para niños problemáticos, conocida por Oppenheimer en unas vacaciones.
Requisada rápidamente, dotada en pocas semanas de carreteras y aeropuertos, en la mesa o cima plana de la colina surgió una ciudad nueva dedicada en su totalidad a la fabricación de la bomba, que llegó a tener más de 50 mil habitantes.
Otros lugares se complementaron con Los Alamos para construir ese artilugio destructivo. En la fábrica de Oak Ridge se trató el uranio, la de Hanson se dedicó al plutonio, y en el Laboratorio metalúrgico de Chicago se testaron los aceros y otros mecanismos necesarios para su construcción.
Rodeado de los mejores físicos del momento, entre los que cabe mencionar a Hans Bethe, Richard Feynman, Enrico Fermi y Leo Szilard, «Oppie» coordinó las múltiples actividades de carácter técnico vinculadas al proyecto impulsando al mismo tiempo los aspectos teóricos en una época en la que los mecanismos de realización de la fisión nuclear y de producción de material fisible no estaban aún dominados.
Las relaciones entre científicos y militares, a pesar de los rígidos reglamentos que precisaban las prerrogativas de unos y otros, no fueron fáciles. El mismo Oppenheimer fue sometido a vigilancia por los servicios de contra-espionaje. Tiempo después se le retiraría la confianza política y caería en el ostracismo. Pero antes de sufrir ese castigo logró, gracias a sus extraordinarias capacidades, dinamizar ese complejo proyecto científico-militar y provocar -el 16 de julio de 1945- la explosión de Trinity, no lejos de Alamogordo. «Esto ha funcionado», dijo con frialdad Oppenheimer.
Entonces, otro físico participante en el proyecto, Kenneth Bainbridge, previendo las consecuencias del lanzamiento de las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki y la escalada de terror durante la guerra fría, replicó con una sentencia que ha pasado a la historia: «Ahora todos somos unos cabrones».
Casi todos los integrantes del proyecto Manhattan tuvieron posteriormente problemas de conciencia . Oppenheimer fue uno de ellos. Después del ataque a Hiroshima le manifestó al presidente Truman: «Todos tenemos las manos manchadas de sangre», a lo que el presidente norteamericano replicó «Pues se lavan».
Si el proyecto Manhattan significó un éxito tecnológico también dejó una honda huella en la conciencia moral de la humanidad.
N.W. [Nicolas Witkowski]
Ver: lo militar, nuclear, trinidad
Bibliografía: Rival, M, Robert Oppenheimer, Flammarion, 1995