Expongo a continuación una serie de proyectos, reflexiones, repositorios, exposiciones virtuales que he detectado en mis paseos de internauta y que dan buena prueba de la creciente potencia de la historia digital. Sigo así con la labor, iniciada semanas atrás, de crear un pequeño observatorio para informar a los lectores de esta bitácora de los avances de las nuevas prácticas de hacer historia y comunicarla al gran público.

Empiezo llamando la atención sobre el post The Journal of American History in the Digital Age (ver aquí) publicado en Process. A blog for American history. En él se informa del panel celebrado el pasado 18 de abril 2015 «The JAH in the Digital Age» celebrado en el marco del mitin anual de la sociedad de historiadores norteamericanos. Allí se abordaron las implicaciones que tiene la era digital para el Journal of American History o cómo puede esta publicación servir a la historia digital. En este sentido esta revista ha desarrollado la serie denominada Metagraph en la que se reseñan monografías con un componente digital importante. Esta serie se inauguró en junio de 2014 con el interesante artículo de Cameron Blevins «Space, Nation, and the Triumph of the Region. A View of the World from Houston». (ver aquí). En él se muestra cómo un periódico de Texas de finales del siglo XIX, en la era de la integración nacional, construyó una geografía imaginada dominada por las conexiones regionales. El artículo tiene un importante componente visual elaborado en el marco del Spatial History Proyect de la Universidad de Stanford del que ya dí cuenta en otro post anterior.
Enumero ahora una serie de iniciativas en las que diversos historiadores norteamericanos estudiosos del movimiento obrero exploran cómo mejorar la visualización de datos o se esfuerzan por hacer accesibles on line fuentes valiosas sobre su historia.
Así el historiador Tobias Higbee está transformando la información contenida en el libro «American Labor Who’s Who», publicado en 1925, en un objeto visual en el que se puedan mostrar las redes de los trabajadores norteamericanos presentes en ese directorio de la década de 1920. En él están representados activistas sindicales, defensores de los derechos civiles y de los derechos de los inmigrantes, políticos progresistas, cooperativistas. El proyecto de Tobias Higbee está auspiciado por la UCLA Library and Center for Digital Humanities.

Conectada con la historia del movimiento obrero norteamericano está la Joseph A. Labadie Collection de la University of Michigan Library (ver aquí) formada por más de dos millares de posters. Como se explica en este artículo de Allison Meier, «The Revolution has been digitized: explore the oldest archive of radical posters» publicado en Hyperallergic. Sensitive to Art and its Discontents (ver aquí) esta colección acaba de ser digitalizada de modo que sus posters sobre anarquismo, feminismo, luchas por los derechos civiles, movimiento obrero y otros movimientos políticos están accesibles on line. El fundador de la colección Joseph A. Labadie fue un anarquista, organizador del movimiento obrero en el área de Detroit a principios del siglo XX.


Pasando ahora al ámbito de la historia de las ciencias, donde también se están produciendo magníficas iniciativas en el ámbito de la historia digital, destacaré las siguientes.
En primer lugar la interesante exposición «Fantastic Worlds: Science and Fiction, 1780-1910» que acaba de inaugurarse en la Smithsonian Libraries Exhibition Gallery en el National Museum of American History de Washington. Los organizadores invitan al visitante a viajar por la superficie de la luna, por el centro de la Tierra, y por las profundidades de los océanos para conocer los descubrimientos e invenciones que inspiraron grandes obras de ficción literaria del siglo XIX, como las de Julio Verne. Quien no pueda visitarla in situ está invitado a pasear por ella virtualmente. (ver aquí). En el momento en el que elaboro este post sólo se pueden visitar virtualmente cuatro de las siete secciones en las que está dividida: Terra Incognita, La era de los aeronautas, Mundos infinitos y El cuerpo eléctrico.

Terra Incognita está destinada a mostrar el gran ciclo de exploraciones geográficas del siglo XIX como los viajes a los Polos y la exploración del interior del continente africano. La era de los aeronautas presenta los progresos en la obsesión por volar de los seres humanos a partir del invento en 1783 del globo aerostático por los hermanos Montgolfier. A partir de entonces en la conquista del aire a través de la navegación aérea se entremezclaron observaciones científicas, espíritu de aventura y afán de entretenimiento. En la exposición se distingue el papel de los globos y de las máquinas aladas, precursoras de los aviones, en esos viajes aéreos. Mundos infinitos se centra en darnos a conocer la exploración del universo por los astrónomos para buscar vida extraterrestre y cómo nuevas teorías acerca de la existencia de una pluralidad de mundos alimentaron la imaginación de escritores y artistas. También se presta atención al papel desempeñado por nuevos dispositivos visuales como la fotografía y la linterna mágica contribuyeron a popularizar la astronomía acercando el cielo a la tierra como se aprecia en la gran obra divulgativa del astrónomo francés Camille Flammarion, cuya influencia en Julio Verne es relevante. El cuerpo eléctrico se interesa en mostrar cómo el afianzamiento de la química y de la electricidad a principios del siglo XIX ofreció nuevas herramientas para intentar dar respuesta al problema de la naturaleza de la vida. Se invita al visitante a acercarse a los experimentos de Luigi Galvani quien consideraba la electricidad como una fuerza de la vida; a los de Alessandro Volta quien rechazó la teoría de la electricidad animal de Galvani, sosteniendo que eran ciertos fluidos los conductores de la electricidad, fundamento de su pila voltaica de 1800; a los Giovanni Aldini quien se dedicó a hacer sensacionales experimentos eléctricos por toda Europa para mostrar la pertinencia de las teorías de su tío Galvani. En esa controversia participaron actores diversos, desde médicos a escritores, en ambas orillas del Atlántico. E inspiró uno de las más interesantes obras de ciencia ficción del siglo XIX: Frankenstein, o el moderno Prometeo de Mary Shelley. En esta obra se presentó, quizás por primera vez, el rostro oscuro de la ciencia, producido por los efectos de una desenfrenada ambición científica.
Breve información de las otras tres secciones – Rise of the Machines, Sea Change , Underworlds – se puede obtener en este documento (ver aquí) que contiene información de interés sobre esta exposición, una de las atracciones para quienes tengan la suerte de visitar la capital norteamericana este verano de 2015.

Relacionados en cierta medida con los contenidos de esta exposición tenemos dos objetos científicos que gracias a los avances de la historia digital podemos ahora tener accesibles y conocerlos en profundidad.
Me refiero a una reproducción tridimensional de un globo celeste de 1792, basado en observaciones de Giovanni Cassini que, gracias a un magnífico trabajo del OML’s Digital Imaging Center del Smith Center for Cartography Education de la Osher Map Library de la University of Southern Maine en Portland, está accesible al internauta, quien lo puede explorar en todos sus detalles. (ver aquí).

Y al libro Les Roses, publicado entre 1817-1824, por el botánico francés Pierre-Joseph Redouté (1759-1840) conocido como «el Rafael de las flores«.

Esta obra, un compendio científico de la botánica de las rosas, con ilustraciones de gran belleza, ha sido digitalizada por la Library of Congress (ver aquí). Forma parte de la colección Lessing J. Rosenwald de esa magnífica biblioteca. Elizabeth Gettins ha escrito un post en el blog de la Library of Congress (ver aquí) para darnos detalles de quien fue Redouté, de sus conexiones con la emperatriz Josefina, de las características de Les roses y de su impacto en los círculos científicos del primer tercio del siglo XIX que la reconocieron como una obra maestra de la ilustración botánica gracias a sus 170 grabados. La autora del post también nos informa de otros importantes recursos sobre botánica e ilustración botánica ofrecidos por la biblioteca del Congreso en su sección de Science, Technology and Business.

Situándonos en Europa daré cuenta en esta ocasión del proyecto digital Agustín de Betancourt, impulsado por la Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia en colaboración con el Centro de Estudios Históricos de Obras Públicas y Urbanismo (CEHOPU) y el CEDEX del Ministerio de Fomento del gobierno de España, y la Fundación Juanelo Turriano.

Su objetivo es la recuperación, digitalización y puesta en valor en Internet de la obra de uno de los ingenieros ilustrados más relevantes que hubo en la Europa de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX como fue el caso del ingeniero e inventor canario Agustín de Betancourt (1758-1824) Sus inquietudes científicas le llevaron a formarse como ingeniero de caminos en la prestigiosa Ecole des Ponts et Chaussées de París en la Francia prerrevolucionaria, dirigir a partir de 1792 el Real Gabinete de Máquinas del Retiro en Madrid, aunque por poco tiempo pues entre 1793 y 1798 estuvo comisionado en Londres haciendo, entre otras actividades, espionaje industrial. A su regreso, y recién creado el Cuerpo de Ingenieros de Caminos en 1799 fue nombrado comisario del mismo. En el ejercicio de ese cargo promovió entre 1799 y 1800 la instalación entre Madrid y Cádiz de un telégrafo óptico que él había inventado. En 1802 convenció al ministro de Estado Pedro Cevallos para que se crease en Madrid la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos que Betancourt dirigió. Esta institución absorbió el Gabinete de Máquinas, usado a partir de entonces por los alumnos como laboratorio y centro de experimentación para sus prácticas. En 1808 contrató sus servicios el zar de Rusia Alejandro I y se trasladó a San Petersburgo. A partir de entonces y hasta su fallecimiento en 1824 realizó importantes contribuciones al desarrollo de la ingeniería rusa y puso en marcha el primer Instituto Superior de Ingeniería Civil en Rusia, al que acudieron reclamados por él toros ingenieros españoles y desde el que promovió la creación de una comunidad internacional de ingenieros, como han destacado en diversos estudios Irina y Dimitri Gouzevitch.
En el portal de la Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia, que lleva en funcionamiento varios años, pero que aún no ha finalizado su labor, el internauta puede acceder, por ejemplo, a 28 manuscritos, a 27 publicaciones relacionadas con sus investigaciones como su famoso Essai sur la composition des machines, escrito en colaboración con su colega mexicano José María de Lanz, y a 8 cartas. También se accede a información útil e interesante sobre una media docena de máquinas e inventos debidos a ese ingeniero canario: el telégrafo óptico, la máquina para hacer trencilla, la máquina para cortar la hierba de los canales navegables, la máquina para hacer clavos, la máquina de vapor de doble efecto y la esclusa de émbolo buzo.

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