Los ensayos de Montaigne sobre educación
12 septiembre, 2015 Deja un comentario
En la eficaz lista de distribución de la Sociedad Española de Historia de la Educación (SEDHE) Gabriela Ossenbach, actual presidenta de esa sociedad se ha hecho eco de la reciente publicación de una edición de Joan Lluis Llinás de los «Ensayos de educación» de Michel de MONTAIGNE, aparecida en la Serie Clásicos de la Educación nº 32 de la editorial Biblioteca Nueva.
Montaigne Ensayos sobre educacion
Este interesante volumen enriquece la abundante bibliografía existente sobre aquel «bordelés escéptico» tal y como lo definiera Alejo Carpentier. Montaigne encarna los mejores ideales del Renacimiento y sus Ensayos, que él mismo definió como «libro único en el mundo y en su especie», han tenido honda huella en filósofos, educadores y políticos por su defensa de la virtud de la tolerancia y de la libertad de pensamiento. No hace mucho tiempo el escritor chileno Jorge Edwards reconstruyó sus últimos días en su novela La muerte de Montaigne, considerado por el crítico Alberto Ojeda «un emocionado panegírico al autor de los Ensayos».
Transcribo ahora la información ofrecida por Gabriela Ossenbach en la lista de distribución de la SEDHE:
El volumen recoge algunos de los principales capítulos de los «Ensayos» de Michel de Montaigne (1533-1592) que abordan la cuestión de la educación: «Del Magisterio»; «De la educación de los hijos»; «Del amor de los padres por los hijos»; «De los libros» y «De la experiencia». En ellos se articula un proyecto formativo que va más allá de la formación escolar en la medida que abarca toda la vida del ser humano y debe conducir al ejercicio del propio juicio y la tolerancia. Como indica Joan Lluis Llinás en su estudio introductorio a este volumen, Montaigne utiliza el ensayo, tal como se entendía en el francés del siglo XVI, para designar su método intelectual, consistente en poner a prueba sus ideas, en experimentar. Ensayar significa verificar, probar, experimentar, es decir, poner a prueba las propias facultades naturales, principalmente el juicio. Los contenidos básicos que expresa Montaigne en estos ensayos sobre educación son, por una parte, la búsqueda de la verdad evitando la vanidad (tanto la pedantería como el fanatismo) y, por otra, la defensa de la tolerancia y la conducción de la propia vida buscando sus referentes en la naturaleza.
El estudio introductorio de J.L. Llinás, profesor de Filosofía Moderna de la Universidad de las Islas Baleares, incluye una biografía de Montaigne («una persona mediocre»), un análisis del contenido de los «Ensayos» y de su recepción en España, así como un apartado sobre la actualidad de las ideas educativas de Montaigne. La introducción se cierra con una útil bibliografía que incluye las diferentes ediciones de los «Ensayos», sus traducciones al castellano, al catalán y al euskera, varias biografías de Montaigne, así como una selección de estudios sobre su obra en general y sobre sus ideas educativas en particular.
Entre esas anteriores ediciones de los escritos de Montaigne sobre educación cabe destacar la efectuada en 2008 en la ciudad colombiana de Medellín de Dos ensayos sobre la educación por Jorge Orlando Melo. En ella se publicaron los textos de Montaigne «Sobre los maestros» y «Sobre la educación de los niños». En su interesante presentación (ver aquí) este relevante historiador colombiano, que ha abordado muchos problemas de la realidad de su país (ver aquí), subraya cómo Montaigne mostró en sus Ensayos una inquietud muy grande sobre la ciencia y la educación de su época constatando que la fascinación por el saber de sus coetáneos generaba una serie de actitudes que destruían el sentido y la utilidad de la ciencia. En su opinión las instituciones educativas y las comunidades científicas de su tiempo valoraban cada vez más la simulación del saber que el saber mismo. En las escuelas se enseñaban muchas cosas, pero no se aprendía a pensar ni a hacer. Y los eruditos se entretenían haciendo comentarios cada vez más sutiles a temas poco importantes publicando libros que se limitaban a ser comentarios de comentarios usando un lenguaje cada vez más abstruso semejante a una jerga incomprensible para simular la profundidad de sus trabajos.
El 15 de mayo de 2008 Jorge Orlando Melo fue invitado a impartir una conferencia en Medellín en el Día del Maestro (ver aquí), en la que explicó a su auditorio el sentido de la obra de Montaigne y por qué ideas escritas siglos atrás merecían ser tomadas en consideración aún hoy en día. La conferencia empezó con el siguiente texto de agradecimiento que me permito reproducir porque resume muy bien el papel estratégico que desempeñan los maestros en las sociedades de todos los tiempos, en el de Montaigne y en el nuestro:
«Me complace participar en esta ceremonia en homenaje a los maestros, porque estoy convencido de que la educación es la más importante de las actividades humanas, y la que puede producir una gratificación mayor. Una razón para ello es que en la educación lo que uno da no deja de tenerlo, y mientras más reciben los estudiantes, más tiene el profesor. Muchos de los sueños de equidad social buscan que quienes tienen más riquezas o más bienes, los compartan con los que tienen menos, por generosidad o por obligación legal. Pero estos esfuerzos generalmente fracasan, pues quienes tienen algo se resisten a perderlo: lo que cedan a otros es algo que dejan de tener, y por eso ven en las medidas de igualdad social una violencia inaceptable, y se oponen con vigor a ellas.
Pero en la educación no es así. Si trato de que mis alumnos aprendan y dominen los conocimientos que yo tenía antes, probablemente al final del proceso sabré mucho más que antes, porque voy aprendiendo a medida que enseño, recibo mientras doy, y además mi conocimiento vale más porque existe un grupo nuevo de gente que lo comparte, lo entiende y lo reconoce. Mientras más haya dado, más tengo. Lo educación es en esto como el amor, si creemos lo que Julieta le dice a Romeo: “Mi riqueza es infinita y mi amor tan profundo como el mar: mientras más te doy, más tengo”.
Y por eso, la educación (lo mismo que la cultura) es modelo de equidad social, porque hace que desaparezca la desigualdad que está al comienzo. Antes de empezar su tarea, el maestro sabe algo que los estudiantes ignoraban. Si el maestro es bueno, al terminar su trabajo esa diferencia ha desaparecido y todos saben lo que antes sólo uno sabía. En el proceso de educación, dar es siempre recibir y enseñar es lograr que quienes eran desiguales se conviertan en iguales. Y mientras mejor sea el otro, mejor es uno mismo.
Agradezco, pues, a la Universidad Eafit esta oportunidad para leer un texto sobre un hombre que reflexionó con persistencia y penetración sobre estas cosas de la educación».
En fin la nueva edición de Joan Lluis Llinás de los escritos sobre educación de Michel de Montaigne, precedida como hemos visto por la de Jorge Orlando Melo, es una buena ocasión para aproximarnos a aquel humanista cuya definición de hombre «sage» como una mezcla de sabiduría, buen juicio y sentido común sigue siendo pertinente en nuestro tiempo presente y cuyas observaciones sobre la ciencia y la educación nos siguen interpelando.