Un diálogo sobre la coyuntura política el 12 de febrero de 1918

Mientras se desarrollaba la campaña electoral, y como consecuencia del malestar social ante la grave crisis económica que se cernía sobre el país, crecían los rumores de una inminente huelga general revolucionaria, alentada por el espionaje alemán, y aumentaba el nerviosismo del gobierno presidido por el marqués de Alhucemas, el liberal Manuel García Prieto.

A ese mar de fondo y estado de la opinión pública remite el siguiente diálogo imaginario de dos personajes que representaban las dos mitades de la sociedad española y que continuaba una conversación iniciada el 28 de enero: el señor Lacalle, aliadófilo, que hace de portavoz de las tesis gubernamentales liberales y de las fuerzas reformistas, -con las que parece simpatizar Manuel Machado en la entrada de su diario correspondiente al 12 de febrero de 1918 publicada en El Liberal,- y el señor Lacasa, germanófilo, vocero de los planteamientos autoritarios partidarios de una revolución desde arriba.

Martes 12 febrero 1918

– Me extraña verlo a usted tan pacífico, querido Lacalle.

– Es que ahora el revolucionario es usted, amigo Lacasa. Agitador de encargo y por orden superior. Una especie de revolución desde arriba. Pero en frío y a toque de corneta.

-No lo crea usted. Es el malestar general, el hambre, la carestía, la falta de dinero.

– La falta o la sobra, porque, según mis noticias, hay quien siembra ahora los miles para lanzar a la calle a ciertas gentes, esperando que se les sumen los eternos descontentos. Por mi parte, le aseguro a usted que el pueblo, el verdadero pueblo no tiene por hoy gana de jaleos. Pero, además, voy a darle un consejo de amigo. Es peligroso jugar con fuego. Si a alguien le conviene provocar aquí un estado de inquietud y de desorden exaltando a los elementos ultrarradicales, sindicalistas y anarquizantes, no es a usted seguramente. Porque cuando esas cosas empiezan, no se sabe cómo ni cuándo acaban. Ningún iniciador de revoluciones las ha visto terminar a su gusto. Y si los promotores extraños consiguen su objeto, tenga usted por seguro que al cabo las víctimas serían de casa. Además, todo se andará. Y no sea usted impaciente, que a cada uno le llega su San Martín. Un mundo nuevo se está forjando a estas horas a sangre y fuego. Muchas cosas mueren, muchas cosas nacen. Si usted simpatiza con alguna de las que se van para siempre, tanto peor para usted. Pero no trate de sumar inquietudes facticias, agitaciones de encargo, a la enorme inquietud terrible y fecunda que agita hoy a los hombres.

 

Ricardo Marin 12 febrero 1918

Dibujo de Ricardo Marín

 

 

Un diálogo de sordos entre un germanófilo y un aliadófilo en enero de 1918

Mundo Grafico 6 febrero 1918 vapor Giralda

A finales de enero de 1918 se produjo un nuevo ataque de la flota de guerra alemana a la marina mercante español.  Un submarino alemán torpedeó al vapor Giralda, de la Compañía Sevillana de Navegación, cuando viajaba de Huelva a Pasajes. Con él eran 56 los buques españoles atacados por los alemanes a lo largo de la gran guerra. Por las circunstancias del suceso ese hundimiento impresionó vivamente a la opinión pública española, un sector de la cual presionaba con insistencia al gobierno de García Prieto para alinearse en el conflicto con las potencias aliadas.

Manuel Machado ya se había hecho eco el 26 de enero en su diario, que publicaba en El Liberal, de ese nuevo ataque de la flota de guerra alemana a la marina mercante española. Dos días después, cuando el gobierno español estaba deliberando acerca de cómo responder a la agresividad alemana, volvió a hacerse eco de ese incidente mediante un diálogo imaginario entre dos representantes de una opinión pública escindida. Terminaba sus reflexiones con una metonimia en la que parecía lanzar un nuevo puyazo al ministro de Fomento Niceto Alcála-Zamora.

Como solía ser habitual las reflexiones de Manuel Machado iban acompañadas de una viñeta de Ricardo Marín.

Lunes 28 enero 1918

El Sr. La Casa es germanófilo. Lo es sin percibir por ello un solo céntimo. Cuestión de educación y de simpatías. El ama la fuerza y la autoridad. Y cree -no sin cierta lógica- que la fuerza está, sobre todo, en los puños. No sabe alemán. Es más; si le obligaran a aprenderlo, se indignaría contra todo lo teutón. No conoce Alemania. Pero le parece que Alemania es un palo muy fuerte dispuesto a meter en cintura a la Humanidad entera. Y piensa que el gesto natural ante el palo es el de la admiración incondicional. Repito que todo esto lo cree de buena fe y sin emolumentos de ninguna especie.

Por eso ha cogido del brazo al Sr. La Calle, furibundo aliadófilo, y se lo ha llevado a dar un paseo, sacándolo de la viciada atmósfera del café, con ánimos de discutir a solas con el las mutuas «filias» a propósito del caso del Giralda.

– Seria para España -le dice- un problema terrible el de ponerse enfrente del país más fuerte de Europa. ¿Qué nos ocurriría si rompiéramos nuestras relaciones con el Gobierno de Berlín?

Eso digo yo -le ha respondido La Calle- . ¿Qué podría ocurrirnos? Seguramente que nos torpedearín algún otro barco mercante. Y aun puede que nos enviaran a Madrid algún avión que dejara caer bombas sobre el Hospital General. Y si consiguieran romper el frente occidental, atravesar Francia, pasar el Pirineo y derrotar en el Mediterráneo y el Atlántico a toda la escuadra italiana, a la francesa y a la pequeña flota inglesa…, seguramente que lo pasaríamos muy mal. De modo que, nada, estamos conformes. Lo mejor es no meterse en aventuras y hacernos los «chivos locos», como dice nuestro buen Del Campo a propósito del Giralda. Después de todo, no son más que 56 barcos lo que nos ha echado a pique Alemania en lo que va de guerra. Y eso por imprudentes, que si no hubieran navegado, se ahorrarán el chapuzón..¿Que no podemos comerciar mas que con los países inmediatos? ¿Que el Giralda -ni eso siquiera- sólo hacía un servicio de cabotaje? …¡Cabotaje! A poco que se haga, la palabra resulta francesa y, por lo tanto, completamente beligerante. ¡Un vapor costero! ¡Nada! Neutralidad a toda «costa». 

La Casa se ha quedado mirando a su amigo La Calle entre mohíno y desconcertado.

Pero el otro se ha despedido, diciéndole:

– Y en cuanto a usted, dadas sus buenas disposiciones, yo me permito decirle que está perdiendo un tiempo precioso defendiendo de balde lo que a otros les proporciona su porqué…Porque los germanos acá, además de predicar, dan trigo. Y si se siente con ambiciones políticas, puede usted presentar su candidatura por ….Vitigudinemburg, por la Sajonia Manchega…o por cualquier punto de la línea Alcalá-Zamora.

Ricardo Marin lunes 28 enero 1918

 

El resquebrajamiento de la alianza de las potencias centrales en la gran guerra en enero de 1918

Atento al desarrollo de los acontecimientos bélicos que definían el contexto internacional de la sociedad española en los inicios de 1918 Manuel Machado, en las reflexiones siguientes, se mostró esperanzado ante las señales procedentes de Austria, donde crecían los sentimientos pacifistas. Numerosos indicios manifestaban el cansancio ante la guerra de la población austríaca. De esa situación informó a sus lectores de El Liberal, manifestando una vez más sus sentimientos aliadófilos, característicos de los liberales españoles en aquella coyuntura. Como casi siempre sus reflexiones iban acompañadas de una viñeta de Ricardo Marín.

Jueves 24 enero 1918

Austria quiere la paz. La quiere el pueblo y el Estado. Entre los centro-europeos, el Estado austríaco ha sido el primero en comprender que, si los pueblos se entienden, el mal será de momento para el Estado, aunque luego el estado de los pueblos sea lo que Dios quiera…Por su parte, Alemania habla también de paz…a su modo. Habla para que la oiga el país, harto de guerra, y atribuya a los demás el retraso de la paz, a reserva de ver si un buen golpe de mano en los campos de batalla aviva el espíritu nacional, y el entusiasmo por las viejas ideas imperialistas y pangermanistas acalla las voces del hambre y de la humanidad. Pero, en fin, la santa palabra está ya en el corazón de muchos y en boca de todos.

Ricardo Marin 24 enero 1918

El 12 de enero de 1918 en el dietario de Manuel Machado: expectación ante una nueva fase de la Gran Guerra

El año 1918 se inició con la implicación cada vez más amplia de Estados Unidos en la Gran Guerra que asolaba el mundo desde el trágico verano de 1914.

El Liberal de 12 de enero de 1918, por ejemplo, se hacía eco de una intervención del ministro de la Guerra norteamericano en el Senado de Estados Unidos en el que informó de la organización de la maquinaria bélica de su país que a finales de 1917 era capaz de movilizar a 1.428,000 militares.

Pero las reflexiones de Manuel Machado relacionadas con sus vivencias de ese día aludieron, como se verá a continuación, a dos importantes discursos dados días atrás por el primer ministro británico Lloyd George (n. 1863) y el presidente norteamericano Woodrow Wilson. (1856).

Wilson, en efecto, había pronunciado días antes, el 8 de enero de 1918, un importante discurso en el Congreso de Estados Unidos donde expuso 14 puntos con el objetivo de alcanzar la paz en la conflagración mundial en la que Estados Unidos acabaría implicándose a fondo, inclinando la balanza a favor de las potencias aliadas.

Como es sabido esos puntos, entre los que se encontraba la creación de una Liga o Sociedad de Naciones, antecedente de las Naciones Unidas, sirvieron de punto de partida para establecer el Tratado de Versalles de 1919.

Manuel Machado vio en los discursos de esos dos políticos un atisbo de paz en una conflagración que se vivía en la sociedad española con una gran intensidad, a pesar de ser neutral el Reino de España en la contienda mundial.

Estas son sus reflexiones, acompañadas como casi siempre, por la correspondiente ilustración de Ricardo Marín.

Sábado, 12 enero 1918

Antorchas de paz se encienden aquí y allá en estos últimos días. Lloyd George y Woodrow Wilson han empuñado las más fuertes y luminosas. El mundo entero -todo el mundo que no está ciego- las ha mirado a través de lágrimas de esperanza. Y un aura de paz como un suspiro ha dilatado los pechos.

¿Viene al fin la suspirada? Esperémosla silenciosos y devotos. Silenciosos, sobre todo.

Ricardo Marín 12 enero 1918

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