El cenit de la ciencia republicana: sus propósitos y sus contenidos

Está iniciando su circulación el libro El cenit de la ciencia republicana. Los científicos en el espacio público (curso 1935-1936).

En él se pretende mostrar que en durante los años republicanos, gracias a una labor colectiva impulsada desde 1907 por la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, entre otras instituciones, la rueda de la ciencia formaba parte de la cultura española. Para defender ese planteamiento se ofrece en esta obra un amplio y pormenorizado panorama, basado en la consulta de numerosos periódicos y revistas, de las actividades científicas efectuadas en el seno de la sociedad española en una coyuntura determinada del régimen republicano: la correspondiente al curso 1935-1936. Esa opción se debe a dos razones: ofrecer una visión diferente de los meses precedentes a la guerra de España, contemplados hasta ahora desde una perspectiva política fundamentalmente, y exponer los logros de los científicos y tecnólogos españoles de aquel entonces, capaces de organizar relevantes congresos científicos internacionales, sostener una densa trama asociativa y establecer conexiones con sus públicos y audiencias a través de la prensa y la radio.

Para dar cuenta de hasta dónde llegó el salto adelante experimentado por el sistema científico español a lo largo del primer tercio del siglo XX se usa una triple estrategia en la obra.

En su primera parte se expone la inserción de diversas comunidades científicas en el panorama internacional de sus respectivos campos de conocimiento analizando la organización, el desarrollo y el impacto social de tres congresos científicos internacionales celebrados en Madrid en septiembre de 1935 en los que se reunieron entomólogos, historiadores de la medicina e ingenieros agrónomos venidos de todo el mundo.

En la segunda parte se intenta ofrecer una visión de conjunto de la labor de los científicos en aquella coyuntura prestando atención a las actividades llevadas a cabo en el seno de diversas academias y sociedades. En el funcionamiento de esa especie de colmena científica era notable la influencia de Cajal. Y se incide en el interés existente en diversos medios de comunicación por el mundo científico informando y contextualizando una serie de entrevistas a media docena de investigadores de diversas especialidades y a una bióloga alemana radicada en Madrid.

En la tercera parte se presentan diversos casos de visibilidad de científicos, médicos e ingenieros en la esfera pública de la sociedad española en vísperas de la guerra civil. Se analiza la interacción producida en determinados periódicos y revistas entre una serie de expertos y los periodistas, prestando particular atención a tes tipos de interacciones. Se da cuenta de la labor de una serie de divulgadores científicos, muy activos algunos de ellos en publicaciones dirigidas al público escolar, como la revista Algo. Se informa del esfuerzo divulgativo de numerosos médicos relacionado con el impulso dado por la Segunda República al cuidado de la salud pública. Y se efectúa una aproximación a la relevante presencia en el espacio público de los ingenieros, tan importantes en la vertebración del Estado a través de la realización de obras públicas y la gestión de los recursos naturales.

El tríptico formado por esas tres partes está precedido de un pórtico, alusivo al curso celebrado en la Universidad Internacional de Verano de Santander en el verano de 1935, y se cierra con un epílogo reflexivo sobre lo que supuso la cruenta guerra civil en el descabezamiento y desmoche de un sistema científico que había experimentado un notable crecimiento e influencia social a lo largo del primer tercio del siglo XX, y particularmente en los años republicanos.

Para animar a la lectura de la obra y/o su consulta se presenta a continuación su índice.

El segundo seminario 14 de abril. La Segunda República en la Universidad Carlos III

El próximo miércoles 12 de abril de 2023 se va a celebrar el 2º Seminario 14 de abril: la Segunda República, organizado por el Instituto de Política y Gobernanza (IPOLGOB) de la Universidad Carlos III de Madrid.

En el marco de este seminario, que tendrá lugar en doble sesión de mañana y tarde (de 9:45 a 14 y de 16 a 18h), presentarán sus últimos libros los colegas Francisco Sánchez Pérez (UC3M), Ana Martínez Rus (UCM), Álvaro Ribagorda (UC3M) y Leoncio López-Ocón (CSIC), Ricardo Robledo (USAL-UPF) y Ángel Viñas (UCM). Además, tendremos la oportunidad de debatir y reflexionar sobre estas novedades historiográficas en un formato muy abierto.

La actividad, que transcurrirá en la Sala Buero Vallejo (14.0.11) del Campus de Getafe de la UC3M, se podrá seguir online a través del siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=lyfhzHgMrvg

PROGRAMA

9,45 Presentación del seminario

10h El Germinal republicano. Las elecciones que trajeron la Segunda República. Diálogo de Francisco Sánchez Pérez (UC3M) con Eduardo González Calleja (UC3M)

Modera: Carlos Mª Rodríguez López-Brea (UC3M)

11h Edición y compromiso. Rafael Giménez Siles. Un agitador cultural.

Diálogo de Ana Martínez Rus (UCM) con Fernando García Naharro (UCM)

Modera: Salvador Ramírez (UC3M)

12h Pausa

12,30h La Universidad Central durante la Segunda República. Las facultades de ciencias y su contexto internacional.

Diálogo de Álvaro Ribagorda (UC3M) y Leoncio López-Ocón (CSIC) con Luis Enrique Otero (UCM).

Modera: Rafael Uña Ruano (UC3M)

14h Descanso

16h La tierra es vuestra. La reforma agraria. Un problema no resuelto.

Diálogo de Ricardo Robledo (USAL- UPF) con Sergio Riesco Roche (UCM).

Modera: Alejandro Acosta (UC3M)

17h Oro, guerra, diplomacia. La República española en tiempos de Stalin.

Diálogo de Ángel Viñas (UCM) con Ángel Bahamonde (UC3M)

Modera: Rosario Ruiz Franco (UC3M)

18h Conclusiones

La Universidad central durante la Segunda República: las facultades de ciencias y su contexto internacional

Acaba de publicarse la edición digital  del libro coordinado por Álvaro Ribagorda y Leoncio López-Ocón (eds.)

La Universidad Central durante la Segunda República: las facultades de ciencias y su contexto internacional. Madrid, Dykinson, 2022, 449 pp.

Se encuentra accesible en:

https://e-archivo.uc3m.es/handle/10016/36057

Durante la Segunda República Española se alentaron una serie de reformas en el sistema universitario para favorecer su renovación. Se pretendió entonces democratizar la institución y favorecer su autonomía. Y se aspiró a homologar el funcionamiento de las universidades españoles con las más importantes universidades occidentales mediante diversas innovaciones educativas y la integración de la actividad investigadora dentro de las facultades. Como resultado de ese esfuerzo se consolidó el despegue de la ciencia española iniciado tras la concesión del premio Nobel de Medicina a Cajal en 1906 y la creación de la JAE al año siguiente.

En esta obra se estudian las transformaciones habidas en ese contexto reformista en las facultades de Medicina, Ciencias y Farmacia de la Universidad de Madrid. Se analizan sus orígenes, sus planes de estudio, sus protagonistas considerando los logros y limitaciones de las reformas llevadas a cabo en ese campus científico.  Se presta particular atención a la composición de los catedráticos de esas facultades, a su sistema de selección mediante las oposiciones, a la creciente integración de las mujeres en las aulas universitarias, vinculadas muchas de ellas a la Residencia de Señoritas, y a la presencia de los universitarios en los medios de comunicación, particularmente la radio.

También se toman en consideración aspectos del complejo y convulso contexto internacional. Así se presenta la  situación en aquellos años de universidades de Portugal, Austria y Argentina dados sus paralelismos, contrastes e interrelaciones con la Universidad de Madrid y el escaso conocimiento de ellas en el panorama historiográfico español.

Colaboran en este libro colectivo historiadores de la ciencia como Francisco González Redondo, Luis Español, Jesús Catalá, Antonio González Bueno, Víctor Guijarro, Leoncio López-Ocón, Fátima Nunes, Quintino Lopes, Angela Salgueiro, Elisabete Pereira, Gabriela Mayoni e historiadores contemporaneistas como Álvaro Ribagorda, Encarnación Lemus y Linda Erker.

Este libro es uno de los resultados del proyecto de investigación “Desafíos educativos y científicos de la Segunda República española: internacionalización, popularización e innovación en universidades e institutos” próximo a finalizar, cuyos investigadores principales son Leoncio López-Ocón y Alvaro Ribagorda. Más información sobre el proyecto en https:/2rec.usal.es/

El índice de la obra es el siguiente:

Una exposición bibliográfica sobre la producción científica antes y después del Trienio Liberal en el XIV Congreso de la SEHCYT

Cuando se planificó la organización del XIV Congreso de la SEHCYT, que se iba a efectuar inicialmente en el verano de 2020, su comité organizador y la junta directiva de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas consideraron conveniente que, al cumplirse el bicentenario del Trienio liberal que restableció la Constitución de 1812, se efectuase una reflexión sobre el desarrollo histórico de la ciencia y la técnica en aquella época histórica.

Ateniéndose a ese deseo, y a pesar del aplazamiento del congreso, se ha considerado conveniente desde el comité organizador del congreso alentar a Leoncio López-Ocón, del  departamento de Historia de la Ciencia del Instituto de Historia del CSIC, a organizar una exposición bibliográfica que muestre aspectos de la situación de la ciencia y de la técnica en la sociedad española antes, durante y después de la vigencia del trienio constitucional que duró entre 1820 y 1823.

 Fue aquel un período de despliegue de las libertades políticas en la sociedad española, en el que científicos y técnicos comprometidos con la consolidación del liberalismo progresista desplegaron sus energías. Se continuaba así una labor iniciada tiempo atrás, durante el desarrollo del período ilustrado, y se sentaban las bases del posterior despliegue científico que se produjo durante el reinado de Isabel II. De ahí que el período que cubre la exposición abarque desde 1800 a 1865.

 Se ofrecen en ella muestras de los esfuerzos efectuados por dos grupos generacionales -el ilustrado y el romántico- por resolver problemas y atender necesidades relacionadas con la salud y la alimentación, y por encarar los desafíos relacionados con la organización del territorio y el aprovechamiento de sus recursos naturales, fundamentalmente mineros y agrícolas. Por ello se prestó una atención especial a la medición y representación del espacio en el que el Estado liberal en construcción intentó ejercer su soberanía.

 La exposición se ha organizado gracias a la inestimable colaboración de la Biblioteca Tomás Navarro Tomás del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC, particularmente de su directora Pilar Martínez y del equipo formado por Jesús Muñoz, Raquel Ibáñez, Rosa Villalón y Fernando Arce. Sus fondos antiguos, en particular los que constituyen las secciones de reservados y siglo XIX, albergan una significativa muestra de libros relacionados con la historia del pasado científico y técnico de la sociedad española. Algunos de ellos son los que han sido seleccionados para esta exposición bibliográfica, dispuestos en seis vitrinas.

 En ellas se puede contemplar una serie de obras representativas de un esfuerzo científico discontinuo, sometido a los vaivenes que caracterizó el desarrollo de la ciencia en la sociedad española de la primera mitad del siglo XIX debido a los estragos causados por la prolongada crisis del Antiguo Régimen, la invasión napoleónica y las guerras civiles entre liberales y carlistas tras el fallecimiento de Fernando VII.

En la primera vitrina se exhiben los siguientes tres libros

            – El Kitab al-Filaha o Libro de Agricultura del agrónomo andalusí Ibn al-`Awwam, también conocido como Abu Zakariya, cuyo manuscrito se localizó en la biblioteca del Escorial. Fue traducido por el franciscano José Antonio Banqueri (1745-1818), quien formó parte de un círculo de arabistas que alentó Campomanes. Lo editó, sin reparar en gastos, la Imprenta Real en 1802.

La reedición de 1878 accesible aquí

            – las Lecciones de agricultura impartidas por Antonio Sandalio de Arias (1773-1839) en su cátedra del Real Jardín Botánico de Madrid el año 1815. Se exhibe su segunda edición de 1818. 

Los dos volúmenes de la primera edición de 1816 están accesibles aquí y aquí.

            – la Cartilla agraria, o sea la práctica de la agricultura y de la ganadería según los autores más clásicos de estos tiempos, editada en Madrid por el coronel José Espinosa de los Monteros, hace doscientos años en pleno trienio constitucional, obra indicativa de los esfuerzos divulgadores alentados por los alentadores para renovar los métodos de trabajo en el mundo rural.

 Se complementa esta vitrina con una lámina del libro de Simón de Rojas Clemente y Rubio, (1777-1827) Ensayo sobre las variedades de la Vid común que vegetan en Andalucía, publicado en 1807, con el que fundó la disciplina de la ampelografía. Ese botánico sería diputado en las Cortes del trienio liberal, representando al antiguo reino de Valencia.

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 En la segunda vitrina se muestran:

            Dos obras del relevante químico, farmacéutico y médico catalán Francisco Carbonell Bravo (1768-1837): los Elementos de farmacia fundados en los principios de la química moderna  y el Arte de recetar, editados respectivamente en 1805 y 1808.

            El libro del balear Mateo Orfila (1787- Paris1853), considerado el fundador de la toxicología moderna, Socorros que se han de dar a los envenenados o asfixiados y medios propios para reconocer los venenos y los vinos adulterados, y para distinguir la muerte verdadera de la aparente, publicado en Madrid en 1818, inmediatamente después de su primera edición en francés en París en 1818.

            Los Elementos de materia médica: Arreglados a los principios fisiológicos adoptados por J.B.G. Barbier de José Lorenzo Pérez, publicados en 1825 en Madrid

            Y dos publicaciones relacionadas con la frenología, o “doctrina del cerebro”, una seudociencia que defendía que la forma  del cráneo daba información sobre las facultades y rasgos mentales de las personas. Una es el libro editado en 1844 en Barcelona por el lingüista Mariano Cubí y  Soler (1801-1875) Sistema completo de frenolojía: Con sus aplicaziones al adelanto i mejoramiento del hombre, individual i sozialmente considerado. La otra, un ejemplar de la Revista Frenológica (1852-1854), fundada y dirigida en Villanueva y Geltrú por el escritor y sastre Magín Pers y Ramona (1803-1888), amigo de Mariano Cubí y Soler.

            Se complementa esa vitrina con una lámina extraída de la Revista Frenológica en la que se localizaban las facultades afectivas e intelectuales en determinadas áreas del cerebro.

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En la tercera vitrina se exponen portadas de tres obras relacionadas con la Medicina y Agronomía, editadas en la época bajo isabelina, es decir en la segunda etapa del reinado de Isabell II, cuando se recuperó el nivel de producción científico anterior a la invasión napoleónica. Se trata de:

            la Topografía médica de las Islas Filipinas del médico militar Antonio Codorniu Nieto (1817-1892) editada en Madrid en 1857, resultado de sus prolongadas observaciones sobre la salud de los habitantes de ese archipiélago asiático, reconociéndose en su época su valor científico y didáctico.  

            el Tratado de medicina y cirugía legal teórica y práctica: Seguido de un compendio de toxicología de Pedro Mata Fontanet (1811-1877), considerado el creador de la medicina forense en España. La cuarta edición de ese influyente tratado se publicó en Madrid en 1866 por el prestigioso editor Carlos Bailly-Baillière.

            Y el Diccionario de bibliografía agronómica y de toda clase de escritos relacionados con la agricultura: Seguido de un índice de autores y traductores, con algunos apuntes biográficos de Braulio Antón Ramírez (1823-1892), quien fue uno de los promotores y organizadores de la Escuela Central de Agricultura. Ese diccionario está considerado una relevante obra en el ámbito de la agronomía. Fue publicado en Madrid en 1865.

            Acompaña a esa vitrina un cuadro estadístico elaborado por Antonio Codorniu Nieto que proporciona información demográfica sobre diversas islas del archipiélago filipino.

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En la cuarta vitrina se exhiben seis obras publicadas en las primeras cuatro décadas del siglo XIX, reveladoras de los conocimientos de aquella época relacionados con la geografía física y astronómica y la ordenación del territorio. Son las siguientes:

            Elementos de la geografía astronómica, natural y política de España y Portugal de Isidoro de Antillón (1778-1814) de 1808, cuya segunda edición aumentada se publicó en Valencia en 1815, poco después del fallecimiento de ese geógrafo y político liberal que representó a Aragón en las Cortes de Cádiz.

La tercera edición, de 1824, está accesible aquí

             Diccionario geográfico-estadístico de España y Portugal, la obra más ambiciosa de Sebastián de Miñano y Bedoya (1779-Bayona de Francia 1845). Para elaborar sus veintiseis mil artículos contó con la colaboración de 16 mil informadores locales, en su mayor parte párrocos. Se editó en Madrid entre 1826 y 1829 en once tomos, acompañados de mapas plegables, planos y grabados. 

Su publicación generó una viva y larga polémica con diversos lectores como el geógrafo Fermín Caballero.

            Breve idea de los cometas: Aplicada a manifestar lo que el público debe temer del que en 1823 ha de dar fin del mundo, según la opinión de los astrónomos alemanes, editada en Madrid en 1828 por Francisco Verdejo Páez. Este matemático, geógrafo y astrónomo fue durante el trienio liberal catedrático de matemáticas en los Reales Estudios de San Isidro en Madrid. Posteriormente sería nombrado catedrático de Geografía de la Universidad Central en 1845.

            Memoria en que se trata de algunos puntos, relativos al sistema del mundo y formación del globo terrestre que habitamos: Con aplicación a investigar nuevos procedimientos para la separación y aprovechamiento de la plata que contiene el plomo editada en 1839 por José Mariano Vallejo (1779-1846). Este científico, que destacó por sus conocimientos matemáticos y por sus afanes pedagógicos, se comprometió con el arraigo del liberalismo. En las Cortes de Cádiz fue diputado por la provincia de Granada. En 1820 fue uno de los socios fundadores del Ateneo Español de Madrid y posteriormente a lo largo del trienio liberal integrante de la influyente Dirección de Estudios. Tuvo que exiliarse entre 1825 y 1829 durante la ola represiva de Fernando VII.

           Introducción al estudio de la arquitectura hidráulica: Para el uso de la Academia Especial de Ingenieros publicada en Madrid en 1841, en otro período de dominio progresista, por Celestino del Piélago y Fernández de Castro (1792-1880). Este ingeniero militar había luchado con el ejército constitucional frente a los Cien Mil Hijos de San Luis. Sufrió prisión en Francia, y no fue rehabilitado hasta 1829. Fue luego uno de los fundadores en 1846 de Memorial de Ingenieros, y miembro fundador de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales en 1847.

         Estadística moderna del territorio español, de la península e islas adyacentes: Compendiada y arreglada bajo un nuevo método según los datos y noticias que han podido adquirirse, publicada en Barcelona, en la imprenta del Imparcial en 1843.  

            Acompaña a esa vitrina una reproducción de unos de los mapas que ilustraban la obra mencionada de Isidoro de Antillón, alusiva a la representación de las islas Canarias y costa adyacente.

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En la quinta vitrina se muestran ejemplares de  cuatro libros efectuados por destacados geógrafos e ingenieros del reinado isabelino, como son:    

            el Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar, cuyos dieciséis volúmenes fueron publicados en Madrid entre 1845 y 1850 por el navarro Pascual Madoz (1805-Génova 1870). Para su realización contó con el apoyo de 1.484 colaboradores distribuidos por todos los rincones del territorio español. Este relevante geógrafo también tuvo una dilatada hoja de servicios a favor de la causa del liberalismo avanzado que le condujo al exilio entre 1831 y 1832 y más adelante a ser ministro de Hacienda en 1855 en un gobierno del general Espartero durante el bienio progresista. Impulsó entonces una controvertida legislación desamortizadora de bienes eclesiásticos y civiles.

            la Descripción y mapas de Marruecos publicada al alimón por los militares y cartógrafos José Gómez de Arteche (1821-1906)  y Francisco Coello (1822-1898). Esa obra se editó en Madrid en 1859, meses antes del inicio de la guerra contra el imperio de Marruecos de 1860, una de las empresas neocoloniales que caracterizó el gobierno largo de la Unión Liberal del general Leopoldo O´Donnell.

            uno de los volúmenes -el correspondiente a Oviedo o Principado de Asturias –  del Altas de España y sus posesiones de Ultramar del geógrafo, cartógrafo e ingeniero militar de origen jiennense Francisco Coello (1822-1898), editado en Madrid en 1863. Esa relevante obra representa un hito en la historia de la cartografía española. Coello trabajó en ella durante más de treinta años. Tuvo su origen en su colaboración con Pascual Madoz cuando este abordó la edición de su Diccionario geográfico de España en la década de 1840. Y su afán fue culminar la labor iniciada por Felipe Bauzá durante el trienio liberal para efectuar un mapa de España de carácter científico. Coello lo consiguió mediante diversos procedimientos como la elección de una escala uniforme y la  exactitud de las situaciones gracias al uso de la triangulación geodésica.  

        la Memoria sobre las minas de Almadén y Almadenejos publicada en Madrid por la Imprenta Nacional en 1861 por los ingenieros de minas Fernando Bernáldez y el gallego Ramón Rúa Figueroa (1825-1874). Esa obra, basada en observaciones y efectuadas entre 1851 y 1855, fue el resultado de un encargo oficial para proponer reformas y mejoras en la explotación de esas minas de mercurio tan relevantes en la economía y actividad industrial española. Partes de la memoria que no aparecieron en la edición oficial de 1861, como varias láminas, fueron publicadas posteriormente en la Revista Minera. 

            Una de las láminas publicadas en la memoria oficial de Bernáldez y Rúa Figueroa, correspondiente a un corte dado por las galerías de paso de San Diego y San Pedro, comprendiendo el 8º y 9ª pisos, acompaña la presentación de los libros de esa vitrina.

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En la sexta vitrina, y última, se presentan tres obras que ilustran el despliegue científico que se produjo en uno los momentos de mayor impulso científico del reinado de Isabel II como fue el período conocido como gobierno largo de O’Donnell, es decir de 1858 a 1863, coincidente con el cuarenta aniversario del trienio liberal.

            Por orden cronológico corresponden a:

            el Atlas geológico y topográfico de Asturias, editado en 1858 en la litografía de G. Pfeifer por Guillermo Schulz (1805-1877). Este ingeniero de minas, quien durante el bienio progresista fue presidente de la Comisión del Mapa Geológico de España e impulsor de la investigación oficial en las principales cuencas carboníferas españolas, fue el introductor en España de la cronoestratigrafía moderna en España. Ese Atlas de Asturias  fue el complemento de  su Descripción geológica de la provincia de Oviedo, también publicada en 1858. Aquí describió materiales prehistóricos, como piezas y herramientas, hallados en la mina de cobre del Milagro en Onís, que permitirían en 1864 a otro ingeniero  de minas, Casiano del Prado, definir la edad del cobre.

            las Experiencias hechas con el aparato de medir bases, perteneciente a la Comisión de Mapa de España, editadas en Madrid en 1859 por Rivadeneyra. En esta obra se ofrecen todo tipo de detalles de los trabajos llevados a cabo por el instrumento conocido como “regla española”, proyectado y aplicado por el coronel y geodesta Carlos Ibáñez e Ibáñez de Ibero para elaborar el mapa general de España. Con él se midió con gran precisión la base central de lo que sería la triangulación geodésica de España llevada a cabo a partir de dos cerros en Madridejos, en Toledo, entre 1858 y 1859. La exactitud de la medición de la base del primer triángulo del cual derivarían el resto de los vértices de la red, desde el centro de la península hasta las costas, sería calificada como “memorable operación científica” por la Academia de Ciencias de París en su sesión de 2 de marzo de 1863.

            Y el Planisferio celeste, elaborado en la Dirección de Hidrografía y publicado en 1861. En él se observa un mapa de estrellas en el que se representa el aspecto del cielo observado por los astrónomos que trabajaban en esa institución científica en aquel momento histórico.

            Dado su interés se ha considerado conveniente ofrecer una reproducción de él en gran tamaño para acompañar esa vitrina y despedir la exposición.

 

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Presentación del libro El orden de las palabras. Orígenes de la filología moderna en España de Mario Pedrazuela

Antes de ayer, viernes 5 de noviembre de 2021, en el incomparable marco de la iglesia de San Quirce, que fue convertida en sede de la Universidad Popular Segoviana en 1927 y es actualmente la sede de la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce, presenté en compañía del integrante de esa academia Juancho del Barrio y de su autor, Mario Pedrazuela, el libro El orden de las palabras. Orígenes de la filología moderna en España, publicado por la editorial Marcial Pons.

Previamente participé también el 15 de septiembre pasado en la presentación que se hizo de esa obra en la sede de la Fundación Ramón Menéndez Pidal junto a José Antonio Cid, Inés Fernández Ordóñez y Mario Pedrazuela.

En este video se recogen nuestras intervenciones

He aquí los contenidos de mi intervención en ese acto celebrado el pasado 15 de septiembre en la mencionada Fundación.

Buenas tardes.

	Permítanme iniciar esta intervención con una serie de agradecimientos.
	
	En primer lugar, a Mario Pedrazuela, el autor de la obra El orden de las palabras. Orígenes de la filología moderna en España por ofrecerme la oportunidad de escoltarle en la presentación del libro que nos congrega esta tarde.
	En segundo lugar, a la Fundación Ramón Menéndez Pidal, organizadora de este evento y anfitriona de todos nosotros.
	En tercer lugar, a la editorial Marcial Pons por la cuidada publicación de este libro, que incluye un valioso índice onomástico y a la editorial CSIC por haber contribuido a su financiación. 
	Y a todos ustedes por su presencia. 
	
	Añadiré en este preámbulo una confidencia: estar en esta especie de “sancta sanctorum” de los filólogos españoles y lugar de la memoria de nuestra cultura científica me produce una especie de “miedo escénico”, máxime al estar acompañado en esta mesa por personas que saben mucho más que yo de los asuntos sustanciales abordados por el libro que se presenta, conectados con el surgimiento de la filología como materia científica y disciplina académica en la España del siglo XIX. 

	Pero además de “miedo escénico” también experimento una gran alegría por tener la oportunidad de participar en la puesta de largo de una obra meritoria por muchos conceptos, que tiene además la fortuna de presentarse en esta sala remozada dedicada a esa gran mujer que fue María Goyri, presente en cierta medida en la portada del libro que comentamos. 

	Esa portada reproduce un grabado de la revista ilustrada La Ilustración Española y Americana del 30 de octubre de 1899.  En él  aparecen un aula y  la monumental escalera del Instituto del Cardenal Cisneros, que estaba adosado a la Facultad de Filosofía y Letras de la denominada en aquella época Universidad Central, dos lugares que son importantes protagonistas en las páginas de El orden de las palabras. Pues bien, quien visite hoy ese instituto histórico de Madrid se encontrará al final de esa escalera con una placa colocada por una promoción de sus alumnos en honor no sólo de Ramón Menéndez Pidal sino también de María Goyri y Goyri. Los dos se graduaron de bachilleres en ese centro docente, lugar de formación de un amplio contingente de las elites que dieron forma al Estado liberal en el siglo XIX. Según esa placa María Goyri se graduó de bachiller en 1899, en el mismo año en el que se hizo el grabado que se reproduce en la portada.

	En cierta medida el libro elaborado por Mario Pedrazuela orbita en torno a esos dos personajes, aunque quizás María Goyri esté algo opacada, cuando el autor y los que estamos en esta sala sabemos cuán importante fue esa mujer en la trayectoria científica y en el equilibrio emocional del fundador de la que es denominada escuela de filología española. 

	Al final del capítulo sexto, y penúltimo de El orden de las palabras se nos ofrecen las claves de por qué el libro gira en torno a Menéndez Pidal, a mi modo de ver. Allí se nos explica cómo el real decreto de 21 de julio de 1900 firmado por el conservador García Alix, tras asumir la cartera del recién creado ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, reformó la Facultad de Filosofía y Letras para adaptarla a los avances científicos que se estaban produciendo en las materias que se estudiaban en ella. 

	En esa renovación se creó una cátedra de Filología Comparada de las Lenguas indoeuropeas, cuyo primer ocupante fue Ramón Menéndez Pidal. A partir de entonces, como subraya Mario Pedrazuela, se produjo un despliegue de la filología como disciplina científica bajo el liderazgo de don Ramón, quien lo ejerció desde diversas plataformas institucionales. Entre ellas cabe destacar al Centro de Estudios Históricos que la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científica creó en 1910 y que el autor de la obra que se presenta conoce en profundidad, como ha mostrado en otras publicaciones previas a este libro. 

	Pues bien, como se sostiene en la página 199 de El orden de las palabras la ingente obra de la persona que ordenó construir el edificio que nos alberga es ininteligible sin tener en cuenta la herencia científica y cultural que asumió, legada por sus antecesores, cuya genealogía y aportaciones son analizadas por Mario Pedrazuela desde una triple perspectiva.

	Por una parte, a lo largo de los tres primeros capítulos se aborda el surgimiento en Centroeuropa a principios del siglo XIX de una nueva disciplina científica que tenía al lenguaje como objeto de estudio, se exponen sus conexiones con las ciencias biológicas, particularmente con la teoría darwinista, y se examina su recepción inicial en la España ochocentista.

	Los cultivadores de esa nueva disciplina científica, influidos por el conocimiento y estudio del sánscrito durante el último tercio del siglo XVIII, empezaron a descubrir una serie de principios y leyes generales sobre el origen y evolución del lenguaje y a establecer una clasificación de las lenguas, como hiciera Guillermo de Humboldt, basándose en la estructura dominante de la palabra como unidad gramatical. Desfilan entonces ante los lectores de esta obra las aportaciones de los fundadores de esa nueva ciencia lingüística: Franz Bopp, profesor de sánscrito de Guillermo de Humboldt, quien sería tan relevante en la historia de las ciencias como su hermano Alejandro, entre otras razones por haber impulsado a la universidad de Berlín como un centro investigador; Friedrich Schlegel; Jacob Grimm, autor en 1822 de una importante Gramática germánica, y August Schleicher, responsable de una obra muy influyente Compendio de la gramática comparada de las lenguas indoeuropeas, en la que intentó reconstruir el idioma protoindoeuropeo y que se publicó entre 1861 y 1862 muy poco después del Origen de las especies de Darwin. 

	En esta parte de El orden de las palabras se muestran las interrelaciones e interconexiones entre la nueva ciencia lingüística y los métodos de las ciencias naturales, y viceversa pues  Darwin también estaba muy atento a los avances de esa nueva disciplina científica que surgía en el panorama cultural europeo. Así lo muestra Mario Pedrazuela al transcribir una reflexión de Darwin en la que ese gran naturalista constató que “es un hecho muy notable, y muy curioso a la vez, que las causas que explican la formación de las diferentes lenguas explican también la de las distintas especies y constituyen las pruebas de que ambas proceden de un progreso gradual tan curioso como exacto”. [p. 64]

	Los métodos y aportaciones de la nueva ciencia del lenguaje penetraron lentamente en la sociedad española por una serie de razones sociales y culturales. No obstante, se nos ofrecen pruebas de cómo a partir de la década de 1850, medios de comunicación e integrantes de la Academia de la Lengua se mostraron receptivos a las contribuciones de la nueva disciplina que transformó el conocimiento de la evolución de las lenguas. Tal receptividad se acrecentó durante el Sexenio democrático en un clima de efervescencia científica y desarrollo de la libertad de pensamiento. 

	Otros dos capítulos están dedicados a exponer las vicisitudes de los estudios dedicados a la lengua y a la literatura en los niveles educativos de la enseñanza media y la enseñanza superior. 

	En el abordaje de la situación en los institutos de bachillerato se elige como objeto de análisis el estudio de las diferentes propuestas de moderados y progresistas en torno a la enseñanza del latín y el castellano y su enfoque diferenciado sobre el conocimiento de la historia de la literatura. Aparece entonces un mundo conservador partidario de potenciar la enseñanza de la lengua latina en detrimento de la lengua castellana y defensor de formar a los alumnos en el arte de la retórica. Y un ámbito progresista favorable a consolidar la lengua castellana como vehículo de comunicación entre las diferentes colectividades de la nación española y a encarar el estudio de la literatura entroncándolo con ideas filosóficas y estéticas para favorecer el desarrollo de la imaginación y el espíritu crítico del alumnado. 

	Respecto a la enseñanza superior se presenta en detalle la lenta incorporación de propuestas de la nueva ciencia lingüística a la Facultad de Filosofía, transformada en Filosofía y Letras, a partir de la ley de Educación impulsada por el ministro Claudio Moyano en 1857. En este capítulo cabe destacar la importancia concedida por el autor al sexenio democrático como un período favorable a la modernización de los estudios lingüísticos resaltando el carácter innovador del decreto republicano de 3 de junio de 1873. El nuevo plan de estudios, de carácter efímero, impulsado por el ministro Eduardo Chao contemplaba entre otras asignaturas los “Principios de Filología y Filología Comparada”, y en su preámbulo se exponía la conveniencia de impulsar los “estudios literarios y filológicos”, apareciendo este término por primera vez en disposiciones ministeriales.

	El orden de las palabras se completa con otros dos relevantes capítulos, en los que se nos presentan bocetos biográficos, expuestos de manera muy vívida, de una docena de autores, que realizaron aportaciones de desigual valor a esa disciplina en construcción que fue la filología en el panorama académico español del siglo XIX. 

	En el cuarto capítulo, dedicado a explicar el asentamiento de las nuevas corrientes filológicas en España, se muestran las aportaciones a la ciencia filológica de cuatro figuras señeras de la intelectualidad española contemporánea. 

	De Milá y Fontanals se destaca el impacto que tuvieron sus encuestas y su trabajo de campo particularmente en tierras catalanas. Respecto a Joaquín Costa se abordan sus contribuciones al estudio de la dialectología desde presupuestos darwinistas y su invención de términos nuevos como el de “isoglosa” para definir la línea imaginaria que marca aquellos lugares en los que se da un mismo fenómeno lingüístico. Unamuno se planteó ser filólogo. Hizo su tesis doctoral, que presentó en 1882, sobre la lengua vasca. Y posteriormente realizó una edición del Poema del Mío Cid, en el que pretendía hacer la biología del castellano. Pero como muestra Mario Pedrazuela de manera convincente el maestro del ensayismo en lengua española carecía de la paciencia requerida para cultivar una ciencia necesitada de un trabajo metódico y perseverante, acumuladora de hechos, atenta al análisis de los detalles de los fenómenos lingüísticos. Quien sí reunió esas cualidades, una gran ambición intelectual y un plan de trabajo de largo alcance fue Ramón Menéndez Pidal, en cuya trayectoria inicial 1896 fue una especie de “annus mirabilis”. Publicó en ese año La leyenda de los infantes de Lara, conoció al líder de los krausistas e institucionistas Francisco Giner de los Ríos, maestro de la “intelligentsia” del liberalismo democrático, e impartió en el Ateneo de Madrid un curso sobre “Orígenes de la lengua castellana”, al que asistió María Goyri, y en el que Pidal expuso los fundamentos del plan de trabajo que desplegaría de manera fructífera en las décadas siguientes, como podrá comprobar, por ejemplo, quien visite las instalaciones de la casa que nos acoge.

	Junto a esas cumbres de la filología y del pensamiento en lengua castellana en el último capítulo del libro que comentamos Mario Pedrazuela nos resume las trayectorias de otros ocho filólogos de carácter menor, pero cuya labor fue significativa para entender el basamento sobre el que se construyó el edificio de la escuela de filología española. Quizás ese capítulo podría haber estado precedido de unas consideraciones sobre los contextos en los que esos autores produjeron sus obras y cómo las circunstancias que les envolvieron influyeron en su quehacer. 

	Por ejemplo, alguno de esos autores logró dar continuidad a una herencia ilustrada, caso del latinista Alfredo Adolfo Camús, nacido en 1797. Otros son típicos representantes de una mentalidad romántica, asociada a la construcción del nacionalismo liberal, como José Amador de los Ríos nacido en 1816. Diferentes a ellos son los pertenecientes a la conocida como “generación intermedia”, que agrupa a los nacidos entre 1820 y 1835, quienes transitaron del romanticismo al positivismo, y fueron responsables de la recuperación cultural que se produjo en la España bajoisabelina que preparó el dinamismo científico del Sexenio democrático.  En ese grupo se situarían Francisco Fernández y González y Francisco de Paula Canalejas, nacidos respectivamente en 1833 y 1834. Y finalmente se podrían agrupar a los que abrazaron el positivismo como Manuel de la Revilla y Antonio Sánchez Moguel, nacidos en 1846 y 1847. 

	Por cierto, tengo la impresión de que el positivismo fue un movimiento científico e historiográfico, más potente de lo que se sostiene en algunas páginas de El orden de las palabras. 

	Gracias a la labor de los positivistas, por ejemplo, se editó una magnífica colección de libros raros y curiosos a lo largo del último tercio del siglo XIX en la que se dieron a conocer obras tan significativas de nuestra literatura renacentista y medieval como La lozana andaluza y las Andanzas y viajes de Pero Tafur. 

	O se efectuaron fundadas críticas del trabajo editorial de los románticos, tan poco preocupados por seguir las reglas de la ecdótica, esa rama de la filología que tiene por cometido editar textos de la forma más fiel posible al original o a la voluntad del autor, procurando la eliminación de errores de transcripción. Así se aprecia en el sarcástico “Pasillo bibliográfico” publicado en la Revista Europea el 19 de noviembre de 1876 a propósito de la descuidada edición de la Historia general de las Indias que escribiera Gonzalo Fernández de Oviedo en las primeras décadas del siglo XVI, efectuada por José Amador de los Ríos a mediados del siglo XIX, llena de gazapos y errores de transcripción. Aunque tan demoledora crítica aparecía como anónima su autor es uno de los más cualificados representantes de la “bonne méthode” que introdujeron los positivistas como fue el naturalista e historiador Marcos Jiménez de la Espada, otro notable representante de esa generación intermedia que sufrió el debilitamiento de la herencia ilustrada tras la crisis del Antiguo régimen y la invasión napoleónica pero que gracias a sus afanes y laboriosidad favoreció el resurgimiento del sistema científico-técnico a partir del sexenio democrático, como expuse en mi Breve historia de la ciencia española.

	Evidentemente estos peros no tienen nada que ver con las duras críticas que proliferaban en la época que aborda el libro que comentamos. Por ejemplo, Clarín en uno de sus Paliques publicado en El Heraldo el 5 de mayo de 1897 tildó a Ramón Menéndez Pidal de “instantáneo, medieval y medio tonto”. Como bien explica Mario Pedrazuela Clarín aprovechó su tribuna periodística para descargar en el sobrino la inquina que le tenía a su tío, el cacique asturiano Alejandro Pidal.
 
	Añadiré finalmente dos consideraciones.
 
	Una es expresar mi alborozo por el alumbramiento de una obra fruto de un cóctel en el que se han mezclado en buenas dosis laboriosidad, ambición intelectual e ilusión por desbrozar caminos nuevos en el ámbito del conocimiento de la filología. Una obra que, a mi modo de ver, es también resultado del ambiente estimulante que durante unos años supo generar la institución en la que trabajo, el Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC, en cuyo seno en parte se gestó este libro, si no me equivoco. Un Centro en el que se conserva, afortunadamente, parte del legado creado por el Centro de Estudios Históricos de la JAE, que dirigiera Ramón Menéndez Pidal desde su creación hasta su extinción, legado que complementa el existente en este edificio. 

	La segunda tiene que ver con un consejo que me atrevo a dar a su autor, inspirado en una reflexión de Menéndez Pidal expuesta en una entrevista que le hizo en 1916 Federico de Onís, personaje que conoce muy bien Mario Pedrazuela. En ella don Ramón evoca cómo le impactó en su lectura infantil de la Biblia la frase “maldito el que una vez puesta la mano en el arado vuelve la cabeza atrás”. De tal manera que desde que publicó su primer trabajo Menéndez Pidal decidió mirar hacia adelante construyendo su edificio intelectual a partir de los cimientos de su obra primeriza: los estudios del Poema del Mío Cid. 

	Imitando a Don Ramón, pienso Mario -discúlpenme el atrevimiento de dirigirme personalmente al autor- que has de perseverar en la producción de tu labor intelectual y proseguir tu escalada de montañas como hacen no sólo los deportistas, sino también los trabajadores intelectuales como evocaran, entre otros, Einstein o el alemán Helmholz en su autobiografía El pensamiento en medicina. Tras tu Vida y filología, dedicada a darnos a conocer la obra de tu maestro Alonso Zamora Vicente, y El orden de las palabras en el que reconstruyes, con tino y solvencia, los orígenes de la filología moderna en la España del siglo XIX, has de ofrecernos nuevas obras que nos permitan seguir conociendo las vicisitudes de la filología y de los filólogos españoles.

	A estas consideraciones añado, claro está, una apostilla. Lean ustedes el libro que estamos presentando. Aprenderán mucho y disfrutarán de los frutos que nos ofrece Mario Pedrazuela en el singular árbol del conocimiento que constituye la obra a la que nos estamos aproximando. Sus páginas interesarán no sólo a filólogos, sino también a los estudiosos interesados por la historia de la educación y de las ciencias, y a cualquier ciudadano culto que tenga curiosidad intelectual por saber más de un período oscuro, por estar mal estudiado, como fue el apasionante y fascinante siglo XIX. 

	He dicho. Gracias por su atención. 


El cenit de la ciencia republicana: sus propósitos y sus contenidos

Está iniciando su circulación el libro El cenit de la ciencia republicana. Los científicos en el espacio público (curso 1935-1936). En él se pretende mostrar que en durante los años republicanos, gracias a una labor colectiva impulsada desde 1907 por la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, entre otras instituciones, la rueda de…

Mi homenaje a Rafael Araujo

Ayer supe del fallecimiento de Rafael Araujo, cuyo libro El arca de las tres llaves. Las colecciones de moluscos y otros invertebrados del Museo Nacional de Ciencias Naturales publicó recientemente la editorial Doce Calles.

A principios de septiembre nos reunimos en la terraza de la cafetería Kon Tiki, ubicada enfrente del Museo Nacional de Ciencias Naturales, el lugar de trabajo de Rafael, donde desplegó su pasión por el conocimiento de la biodiversidad de este país y donde era el responsable de sus magníficas colecciones de moluscos y otros invertebrados. Le ví con buen aspecto y supuse que había vencido sus problemas de salud. Pero fue un espejismo. Semanas después los médicos le diagnosticaron que su final se avecinaba. En nuestra última conversación telefónica de hace apenas dos semanas constaté que afrontaba su final con entereza, valentía y dignidad, en una actitud ejemplar.

En aquella conversación de la Kon Tiki hablamos de lugares mágicos donde habíamos pasado las vacaciones -él en una recoleta cala mallorquina, yo en una amplia rasa asturiana al borde del Cantábrico-, y de nuestro amor a los viajes en los que los naturalistas habían explorado el mundo. Y de la posibilidad de presentar su libro, cuyo prólogo me pidió hacer el año pasado.

Como homenaje a este ejemplar conservador de las colecciones del Museo Nacional de Ciencias de las Naturales, de gran curiosidad intelectual y apasionado por la malacología, presento a continuación el prólogo que precede a su última obra.





La mitad de «Los libros de la Naturaleza» de la editorial Calpe a golpe de clic

Durante la década de 1920 se desarrolló una de las más interesantes iniciativas en el ámbito de la divulgación de las ciencias naturales en el Estado español orientada al público infantil y juvenil. Me refiero a la magnífica colección que la editorial Calpe lanzó al mercado en 1923 con el título de «Los libros de la Naturaleza». Diez libros formaron su primera serie como se puede constatar en este anuncio publicitario

Como se aprecia en él el zoólogo Ángel Cabrera, de fácil pluma y con unas dotes comunicadoras excepcionales, -al que el Museo Nacional de Ciencias Naturales dedicó un homenaje el pasado 7 de julio con motivo del 60 aniversario de su fallecimiento acaecido en Buenos Aires, en el que tuve la oportunidad de participar: ver aquí entre el minuto 23,23 y 45,43- asumió el grueso de la serie. Fue el autor de cinco de los diez volúmenes que tenían características comunes. Todos tenían unas atractivas cubiertas debidas al gran dibujante y caricaturista Bagaría. Su extensión era similar, no sobrepasando el centenar de páginas. Y estaban magníficamente ilustrados con una treintena de dibujos, media docena de láminas y una decena de fotograbados.

Estos fueron los cinco volúmenes de la autoría de Ángel Cabrera en esa primera serie de Los libros de la naturaleza.

Por su parte el otro sostenedor de esa serie fue un buen amigo de José Ortega y Gasset, impulsor junto al ingeniero Nicolás María de Urgoiti de la editorial Calpe en 1918. Me refiero a Juan Dantín Cereceda, al que dediqué una amplia biografía en el diccionario on-line Jaeeduca (ver aquí). Este docente e investigador mostró sus dotes pedagógicas y amplios conocimientos geológicos, como buen discípulo y colaborador de Eduardo Hernández-Pacheco, y botánicos como catedrático de Agricultura en institutos como los de Guadalajara, y los madrileños Instituto-Escuela (entre 1919 y 1922) y San Isidro, en tres libros que presento a continuación.

A esos dos magníficos divulgadores científicos que fueron Ángel Cabrera y Juan Dantín Cereceda se unieron dos relevantes investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales, pertenecientes a dos grupos generacionales distintos. Uno, el geólogo Lucas Fernández Navarro (1869-1930), jefe de la sección de Mineralogía del Museo y catedrático de Cristalografía desde 1902 de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central fue el autor de El mundo de los minerales. El otro, Antonio de Zulueta y Escolano (Barcelona 1885-Madrid 1971), pionero de la investigación genética en España, hermano del pedagogo Luis de Zulueta que sería ministro de Estado durante la Segunda República.

Esa primera serie fue completada con una segunda, editada a finales de la década de 1920, tras la fusión en 1925 de las editorial Calpe y Espasa para formar el potente conglomerado empresarial de Espasa-Calpe. Esta serie, al parecer, no se completó pues no he localizado el volumen anunciado con el título «Libélulas y mariposas».

Colaboraron nuevamente en esta segunda serie Angel Cabrera, ya instalado en Argentina donde fue contratado en 1925 para dirigir la sección de Paleontología del Museo de la Plata, y Juan Dantín Cereceda. El primero con estos tres volúmenes

El segundo con otros dos volúmenes

En esa ocasión la editorial contó otra vez con la colaboración de otros acreditados naturalistas como Enrique Rioja (Santander 1895-México 1963), catedrático de instituto y de la Escuela Superior de Magisterio desde 1922 donde se especializó en la didáctica de las ciencias naturales y el zoólogo, acreditado entomólogo y catedrático de Zoografía de Articulados desde 1922 de la Universidad Central Cándido Bolívar Pieltain (Madrid 1897-Ciudad de México 1976), quien asumió importantes responsabilidades políticas en los gobiernos presididos por D. Manuel Azaña durante la Segunda República. El primero fue autor de la obra Curiosos pobladores del mar y el segundo escribió un libro sobre Los crustáceos

Se completó esa serie con colaboraciones del astrónomo del Observatorio Astronómico de Madrid José Tinoco y del meteorólogo y jefe del Observatorio Meteorológico de Madrid Nicolás Sama Pérez.

La mayor parte de esos libros tuvieron una amplia circulación en los años republicanos. Se incorporaron a muchas de de las cinco mil bibliotecas que las Misiones Pedagógicas establecieron por muchos lugares del territorio español como en el pueblo pirenaico Bonansa en la provincia de Huesca, transportados por los antecedentes de los bibliobuses.

Y también se trasladaron a las numerosas bibliotecas escolares que los diversos gobiernos de la República impulsaron en los centros educativos, como muestro en la comunicación «Ciencia en las aulas: el caso de las bibliotecas escolares de la Segunda República española», presentada en el II Seminario Internacional Patrimônio Cientifico e Ensino das Ciencias que organizan los colegas de la PUC de Sao Paulo Kazumi Munakata y Katya Braghini, entre el 6 y el 8 de octubre de 2020, cuyo programa está visible aquí.

Al preparar esa comunicación he podido constatar con satisfacción que debido al programa de I+D+i CEIMES «Ciencia y educación en los institutos históricos madrileños», financiado por la Comunidad de Madrid y que dirigí entre 2008 y 2012, diez de los veinte volúmenes diseñados en la colección «Los libros de la Naturaleza» están digitalizados en esa magnífica iniciativa del Ministerio de Cultura del Gobierno de España que es la Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico

A golpe de clic el internauta curioso tiene acceso a los siguientes volúmenes:

Animales extinguidos, Los animales familiares, Los animales microscópicos, Los animales salvajes, Mamíferos marinos, El mundo alado, Peces de mar y de agua dulce de Ángel Cabrera.

Historia de la Tierra, La vida de las plantas de Juan Dantín Cereceda.

y El mundo de los insectos de Antonio de Zulueta.

Quien se adentre en ellos podrá constatar la calidad científica y literaria de esos libritos que contribuyeron de manera decisiva a fomentar el interés por el estudio de la naturaleza entre lectores infantiles y juveniles de diversos países hispano parlantes a lo largo de diversos momentos de la historia del siglo XX pues la mayor parte de esos volúmenes tuvieron reimpresiones hasta avanzada la década de 1960.

Para saber más:

Juan Miguel Sánchez Vigil, Calpe. Paradigma editorial (1918-1925), Gijón, Editorial Trea, 2005

Juan Miguel Sánchez Vigil, «La Editorial Calpe y el Catálogo general de 1923», Documentación de las Ciencias de la Información, 2006, vol. 29, pp. 259-277. Accesible aquí

Santos Casado y Alfredo Baratas, «El divulgador Ángel Cabrera», en Ángel Cabrera: Ciencia y proyecto colonial en Marruecos (editores Helena de Felipe, Leoncio López-Ocón y Manuela Marín), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 2004, pp. 199-213

Aurelio Heinz Usón Jaeger, Los principios didácticos innovadores para la enseñanza de las ciencias naturales en la escuela primaria española y su repercusión en los libros escolares durante el primer tercio del siglo XX, tesis de la Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Educación, Departamento de Didáctica de las Ciencias Experimentales, leída el 28 de junio de 1999. Accesible aquí.

Alejandro Tiana, Las misiones pedagógicas. Educación popular en la Segunda República, Madrid, Ediciones La Catarata, 2016

Eugenio Otero Urtaza, editor, Las Misiones Pedagógicas, 1931-1936, Catálogo de exposición, Madrid, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, 2006. Se accede a la exposición virtual aquí.

«Bibliotecas escolares», en Diccionario de Pedagogía, publicado bajo la dirección de Luis Sánchez Sarto, Editorial Labor, Barcelona, 1936, tomo I, pp. 395-401.

Paradojas de un día republicano: el domingo 22 de marzo de 1936 (I)

Tengo ante mí el ejemplar del diario El Sol correspondiente al domingo 22 de marzo de 1936. Puede considerarse un compendio de las tensiones, contradicciones, paradojas que afectaron al régimen republicano en su corta existencia antes del desencadenamiento de la guerra «incivil» como consecuencia del golpe de Estado de 18 de julio de 1936, hoy hace 84 años cuando inicio la redacción de esta entrada.

Los problemas y desafíos políticos del régimen ya eran abordados en la primera página a través de un editorial en el que se pide el aplazamiento «sine die» de las elecciones municipales, convocadas para el 12 de abril, dado que como consecuencia de las elecciones legislativas celebradas el 16 de febrero «todavía se hallan los nervios de punta y circula con alteración la sangre» de manera que «España en estos momentos tiene aún su pulso febril» por lo que según ese editorialista, familiarizado con metáforas procedentes del lenguaje médico, «es preciso que los nervios entren en sedación y disminuya la hipertensión de la sangre en las arterias».

Portada El Sol 22 marzo 1936

Por su parte el catedrático de Derecho Romano de la Universidad Central, y secretario y cerebro de la Fundación Nacional para Investigaciones Científicas ,José Castillejo (1) (Ciudad Real 1877-Londres 1945)  -tras haber sido decisivo allá por 1907 en la fundación de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (1)- abordó los problemas legales que se derivaban de la amnistía concedida por el gobierno presidido por Manuel Azaña a los protagonistas de la revolución de octubre de 1934. Al final de su reflexivo artículo en el que exhibió su familiaridad con la historia política de la antigua República romana, a través de sus lecturas de Salustio, se hizo una serie de preguntas como las siguientes:

¿No habrá acaso otra manera de sacar de las cárceles a quienes no deban estar en ellas? ¿No tenemos también obligaciones hacia los que quedaron recluidos por haber delinquido en fecha inadecuada o sin pensar en un cambio de régimen? Pero ante todo, ¿corresponden a los Gobiernos esos menesteres, o son, como la «economía dirigida», un pantano donde sin éxito se hunden más a cada nuevo esfuerzo?

Si pasamos a la segunda página, dedicada al mundo de los libros, nos encontramos, sin embargo, con destellos de la extraordinaria creatividad cultural que se desplegó en el período republicano y de la amplitud de las conexiones internacionales de la elite intelectual de aquellos años.

p2 El Sol 22 marzo 1936

Sobresale en ella un magnífico texto de Guillermo de Torre (Madrid 1900- Buenos Aires 1971), quien por aquel tiempo ayudaba Pedro Salinas a sostener esa gran revista del Centro de Estudios Históricos de la JAE que fue Indice Literario (3), una más de la serie de publicaciones surgidas de esa modélica casa de estudios (4).  Se titulaba «Libros de arte. Panoramas de lo nuevo». En él hizo una reseña colectiva de tres obras: De la naturaleza al espíritu. Ensayo crítico de pintura contemporánea, desde Sorolla a Picasso”, de Manuel Abril, Espasa-Calpe. Madrid, 1935;  Arte nuevo por Cossío del Pomar. La Facultad, Buenos Aires, 1934 y Estructura por J. Torres-García. Biblioteca Alfar. Montevideo, 1935.

Manuel Abril_

 

Cossio del Pomar Arte nuevo

 

 

Torres Garcia Estructura

Tras lamentarse de la escasez en lengua española de síntesis panorámicas sobre el arte nuevo y caricaturizar la erudición hueca encomió el valor «excepcional» del libro de Manuel Abril (Madrid 1884-1943). Guillermo de Torre, que omitió que la obra había sido premio nacional de literatura en el año 1934, resaltó su utilidad manifiesta, su visión panorámica, la presentación en perspectiva de teorías y tendencias y su afán de captar la atención del lector «medio desprevenido» o «más bien reacio» mediante un tono explicativo y didáctico. Aunque también deslizó una crítica al “teñido nacionalista y patriótico de su tono afirmativo”, muy claro en el prólogo.

También registró su lectura del libro panorámico sobre el “arte nuevo” del pintor y crítico peruano Cossío del Pomar (Morropón-Piura 1888-Lima 1980) -«personalidad contradictoria y hasta incongruente»- para criticarlo severamente al considerarlo un resumen de resúmenes que incluso era insuficiente como libro de iniciaciación. A pesar de esta dura crítica de Guillermo de Torre sabemos que Felipe Cossío del Pomar, muy vinculado al dirigente del APRA peruano Raúl Haya de la Torre fue una personalidad relevante en el campo artístico latinoamericano, tanto en el Perú como en México donde en sus años de exliado creó en 1937 en la población de San Miguel de Allende una escuela de Bellas Artes, cuya historia fue reconstruida por Maline Gilbert McCalla y Miguel Angel Cossío en un libro publicado en 2017, una de cuyas reseñas se debe a Rosmeliz Alva Zapata. (ver aquí). En ella acogió a críticos de arte españoles exiliados como Juan de la Encina.

Finalmente fijó Guillermo de Torre su atención en el curioso volumen que bajo el título de “Estructura” acababa de publicar Joaquín Torres-García (Montevideo 1874-1949) en su ciudad natal. Lo evaluó como un panorama, no tanto de obras y tendencias, como de ideas y teorías sobre la pintura abstracta. Guillermo de Torre -que había publicado en 1934 en colaboración con Roberto J. Payro un volumen sobre ese artista latinoamericano- se manifestaba como un admirador del pintor uruguayo en tanto en cuanto que personificaba «la Inquietud, con mayúscula» de manera que su persona, su obra, constituían  «todo un caso digno de la mayor atención». Era un «pintor desdoblado en teorizante, cuya obra prosigue incesantes avatares» dado que «es un genuino buscador». Se lamentaba por ello que cuando había intentado establecerse en Madrid, donde vivió entre 1932 y 1934, no se le hubiesen dado facilidades para acogerle lo que revelaba » la impermeabilidad que goza nuestro ambiente». Y añadía que Torres García «tiene fervores de apóstol» por lo que  su vehemencia, su “iluminación”, su espíritu proselitista, eran admirables. Aunque también admitía el crítico madrileño que esas virtudes no habían encontrado siempre «mecha propicia en que prender» lo que «sólo puede atribuirse a su unilateralismo enceguecedor, a su sectarismo radical, imbuido de pasión». Admiraba asimismo Guillermo de Torre el «arte lógico, claro, lúcido como pocos» de Torres García pero destacaba con pesar que «ese logicismo de sus cuadros no acompañe a sus facultades de expositor» pues el libro Estructuras que estaba «henchido de valiosas teorías» estaba «desordenado hasta el límite» de manera que «no parece concebido bajo la luz tranquila de la Cruz del Sur, sino fermentado algunos grados más arriba, en la maraña tropical».

Ese artículo de fondo del reputado crítico de arte Guillermo de Torre, yerno de Jorge Luis Borges desde 1928, estaba acompañado de las secciones «La vida literaria en el extranjero» con un listado de novedades bibliográficas aparecidas en Francia y Alemania; «Bibliografía» en la que se informaba de manera sucinta de libros recién publicados en España y de una columna dedicada a resolver dudas y consultas bibliográficas que planteaban los lectores del periódico, siguiendo una moda común a diversos periódicos y revistas de la época republicana que estimulaban el contacto  de esa manera con sus lectores.

Entre los libros editados en España que se enumeraban en la sección «Bibliografía» cabe mencionar  dos libros del catedrático de Física y Química del Instituto de Alcoy Juan B. Puig Villena (1894-?), ciudad en la que fue presidente de Izquierda Republicana. Este asistente a la conferencia que había dado Einstein en 1923 en la Residencia de Estudiantes de Madrid sería durante la guerra civil uno de los profesores del Instituto Obrero de Valencia, donde sus enseñanzas fueron muy apreciadas (ver aquí). En 1939 iniciaría su exilio, iniciado en Argelia y finalizado en México donde falleció al parecer en 1943.

El Sol, en efecto, informaba de la publicación de sus libros-folletos El espacio, curvo y finito, editado en 1935 en Alicante que comprendía tres ensayos cortos titulados El espacio curvo, Ondas y estrellas y Probabilidad y certeza, de 24, 26 y 17 páginas en cuarto y  Breve idea de la mecánica ondulatoria editado en Alcoy en 1935 y que se vendía a tres pesetas, que revelan su afán de formar parte de la comunidad de propagadores de la física cuántica . Gonzalo Gimeno Valentín-Gamazo, en su tesis doctoral (5) ha destacado el ambicioso contenido de ese texto en el que se abordaban cuestiones como «El principio de incertidumbre», «Las ideas de De Broglie», «Realidad de la onda de fase», «Ecuación de Schröndiger», «Aplicación del átomo de hidrógeno», «Teoría de la valencia química», «El átomo de helio», «Espectros moleculares», «Ortohidrógeno y parahidrógeno» y «Mecánica ondultaria y radiactividad». Ambición que contrasta con su recogimiento en una ciudad pequeña que le limitaba su radio de acción como dio a entender en el prólogo de Breve idea de la mecánica ondulatoria con estas palabras, reproducidas por Gonzalo Gimeno:

«Esta obra no es otra cosa, que el esfuerzo hecho por un modesto profesor de      Instituto,  que no resignándose a vegetar en el casino local y buscando distraerse con un poco de espiritualidad en el vivir mezquino y monótono de las ciudades pequeñas, ha hecho unos apuntes y notas que ahora ordena y publica por si alguien quiere aprovechar. Es posible, lector, que este folleto, ni te aproveche ni te importe. No te preocupes, pues ya seremos dos los que estamos en el mismo caso».

el espacio curvo y finito

 

Breve idea de la mecanica ondulatoria

Otros libros de los que se daba noticia a los lectores de El Sol eran:

-la edición que había hecho Juan José Domenchina (Madrid 1898-México 1959), agudo crítico literario del diario vespertino La Voz y secretario de Manuel Azaña, de las Obras poéticas completas de Espronceda de la que el redactor anónimo de El Sol decía «edición magníficamente presentada y estudio de Domenchina, fino y docto», y publicadas por el editor M. Aguilar.

obras-poeticas-completas-recopilacion-prologo-y-notas-de-juan-jose-domenchina

-el libro del diplomático e historiador Virgilio Sevillano Carvajal, (Zamora 1890-?) La España..¿de quién?. Ingleses, franceses y alemanes en este país, Madrid, 238 páginas en folio, 8,50 pesetas que era un «estudio de las actividades de los extranjeros, sobre todo técnicos, en España, con estadísticas y datos en abundancia».

Virglio Sevillano Carbajal

 

-la obra de Estanislao Maestre, San Ildefonso. La Granja. Valsaín. Riofrío. Segovia. Apuntes para una guía., Madrid, 117 páginas con grabados, en octavo. Tres pesetas que  era «una pequeña guía turística de los lugares indicados de la provincia de Segovia», accesible digitalmente aquí, profusamente ilustrada como podrá comprobar quien acceda a ella.

La Granja

y dos publicaciones editadas en Barcelona por religiosos, un indicador del esfuerzo de El Sol por dar cabida a la producción cultural de todas las tendencias ideológicas presentes en la sociedad española, aunque con reticencias pues se omitía que los autores de los dos libros siguientes, el uno era presbítero y el otro agustino:

El salario familiar. Teoría y práctica del presbítero Bartolomé Quetglas i Gayá (Felatnix, Mallorca 1900-Palma,Mallorca 1964) , que se vendía a cuatro pesetas. Ese sacerdote estuvo vinculado al sindicalismo católico durante la Segunda República.

el salario familiar

-y la segunda edición de Documentos inéditos acerca de mosén Jacinto Verdaguer. Su amistad con los agustino de El Escorial, editado por Manuel Monjas y que se vendían a 12 pesetas.

Jacinto Verdaguer

 

Culminaba el montaje de la página dedicada al mundo de los libros de El Sol de 22 de marzo de 1936 -a dos días de que mi padre cumpliese quince años- la sección titulada Folletones de El Sol. Aquel día acogía la segunda colaboración de Sixto Tros dedicada a dar cuenta a los lectores del periódico de la celebración del centenario de Mark Twain, el escritor para quien el río Mississipi fue el eje de su vida de modo que el mundo de su adolescencia fue una faja de tierra al borde de la corriente de esa poderosa corriente fluvial. Dio cuenta de sus vicisitudes vitales: los años en los que ejerció de impresor cuando adquirió la base de su cultura, la temporada en la que fue piloto en el río -los años más felices de su vida-, la etapa en que fue buscador de oro y periodista en California. Y explica cómo -siguiendo a F. L. Pattee– con Mark Twain «la literatura americana se hizo por vez primera nacional».

Cabe señalar finalmente cómo en un breve rincón aparecía una publicidad de obras del pedagogo y sicólogo José Mallart (Espolla -Gerona- 1897, Madrid 1989), del Instituto Nacional de Psicotecnia, que se consideraban que podían ser eficaces para la Reforma Agraria. Se enumeraban cuatro obras: La elevación moral y material del campesino, que se vendía a 5 pesetas; Pro arbolado, 2,50 pesetas; La posesión de la tierra y la explotación agrícola racional, 1 pta. y Colonias de educación para formación general y profesional, 5 pesetas. En otro lugar comentaré más detenidamente el significado de esta autopublicidad de la dimensión agrarista de la obra de ese pedagogo y sicólogo de origen catatán, nacido en el seno de una familia de agricultores, considerado uno de los impulsores de la sicología industrial en España. Como tal ocupa un lugar en la reciente e interesante exposición virtual organizada por la Facultad de Sicología de la Universidad Complutense sobre Los test sicológicos en España entre 1920 y 1970.

Esa dimensión agrarista  ha sido poco tenida en cuenta por sus estudiosos como Francisco Pérez Fernández, autor de un muy interesante trabajo sobre quien fue nombrado en 1932 Inspector de Escuelas de Trabajo y en 1934 jefe de la sección Pedagógica del Instituto Nacional de Reeducación Profesional. (ver aquí).

Mallart Elevacion campesino

Mallart Pro arbolado

 

Colonias de educacion1

 

Colonias de educacion 2

La coexistencia entre una potente creatividad cultural, -estimulada por un intenso debate de ideas, relecturas del pasado y propuestas de reorganización social-,  y serios problemas socio-económicos y políticos, tanto en la esfera nacional-estatal como internacional, estaban también presentes en las otras páginas del diario El Sol de ese domingo 22 de marzo de 1936 como expondré en la continuación de esta entrada, a la que hay que poner término dada su extensión.

(1) El título de su artículo era «La aministía» y formaba parte de una serie de textos que dedicó a examina Los problemas de la Repúblicas. Sus colaboraciones solían aparecer en la edición dominical de El Sol.

(2) Abordé su protagonismo en esa iniciativa científica en «José Castillejo: entrelazando las hebras de un artífice de la JAE», accesible en https://digital.csic.es/handle/10261/16781

(3) Cabe profundizar en la relación entre esos dos humanistas a través del estudio de su correspondencia, parte de la cual ha sido editada recientemente. Ver Pedro Salinas. Guillermo de Torre. Correspondencia 1927-1950, editores Carlos García y Juana González García, Madrid-Frankfurt, Iberoamericana, 2018, 254 pp.

(4) Analicé las publicaciones surgidas en ese laboratorio de las ciencias humanas en mi trabajo sobre «La dinámica investigadora del Centro de Estudios Históricos de la JAE»

(5) Gonzalo Gimeno Valentín-Gamazo, «La matemática de los quanta en España. El andamiaje de la física teórica en el intervalo 1925-1955», tesis doctoral dirigida por Marià Baig i Aleu, Centro de Historia de la Ciencia, Universidad Autónoma de Barcelona, 2015, pp. 77-82. Accesible esta tesis aquí.

 

Las novedades de la editorial Espasa-Calpe a principios de 1936

Antes de celebrarse la IV Feria del Libro, una de las iniciativas culturales promovidas por la Segunda República vividas como acontecimientos festivos (1) , la potente industria editorial española estaba en plena ebullición. En ese sector una de las empresas más dinámicas era la editorial Espasa-Calpe. Nacida en 1925 de la unión de la editorial Calpe,  creada en 1918 por el ingeniero vasco Nicolás Mª de Urgoiti, y la veterana Espasa, fundada en 1860 por Pablo y José Espasa Anguera, tenía en ella gran influencia el filósofo José Ortega y Gasset.

Dos anuncios, aparecidos respectivamente el sábado 8 y el jueves 13 de febrero de 1936 en la página que el diario El Sol dedicaba al mundo de los libros, han llamado mi atención. En el primero la editorial Espasa-Calpe daba cuenta de sus últimas novedades. En él se nos ofrece entonces útil información sobre la orientación que daba esa editorial a su catálogo en vísperas de las últimas eleccciones republicanas, celebradas el domingo 16 de febrero que supondrían un «tournant» decisivo en la historia republicana.

 

Anuncio sabado 8 febrero 1936

Este anuncio, en efecto, es revelador de la potencia editorial que tenía Espasa-Calpe a finales de la Segunda República, de sus estrategias publicitarias, de sus preocupaciones culturales y de la amplitud de su catálogo en el que simultaneaban obras científico-técnicas, libros fundamentales del pensamiento europeo y obras relevantes del ámbito cultural iberoamericano, tanto de autores españoles como latinoamericanos.  También nos orienta sobre su público potencial pues los precios de sus libros indican que sus posibles clientes tenían un alto poder adquisitivo.

El anuncio daba cuenta de dos libros de la Biblioteca Agrícola Española, debidos a dos ingenieros agrónomos sobre cuya importancia llamaba la atención el mencionado anuncio del jueves 13 de febrero.

Uno de ellos era  Rafael Font de Mora (1893-1978), quien había creado en 1934 el Servicio Oficial de Inspección, Vigilancia y Regulación de Exportaciones del campo valenciano, convirtiéndose en un experto en la producción del naranjo, el principal producto de exportación hortofrutícola del Levante español. El otro, Manuel María Gayán que había sido director de la estación enológica, frutal hortícola de Calatayud y de la Granja Agrícola de Valladolid en las que adquirió experiencia y competencias para afrontar el encargo que le hiciese Espasa-Calpe para su Biblioteca Agrícola Española.

La obra de Rafael Font de Mora: El naranjo: su cultivo y explotación contenía abundantes ilustraciones, estaba encuadernada en tela y se vendía a siete pesetas. La oportunidad y utilidad de la obra venía dada, según sus editores, por las dificultades que estaba encontrando la exportación de ese producto estratégico en la balanza comercial española. En él se ofrecían una serie de consejos para obtener una gran variedad en su producción y garantizar la calidad de la fruta.

El naranjo 3

 

Por su parte la de Manuel María Gayán Horticultura general y especial, estaba muy ilustada, y se vendía a 14 Pts. Al publicitar la obra los editores señalaban que era un libro muy práctico para las tres clases de huerta: la familiar, la profesional y la industrial. En el libro se ofrecían reglas generales y métodos modernos para la instalación de huertas, métodos de cultivos, fertilización, riego, semillas, alternativas de plantas, tratamiento de enfermedades, Proporcionaba informaciones sistemáticas para triplicar y mejorar la producción de toda clase de hortalizas. E insistían en que era un libro de enorme valor para el horticultor.

horticultura-general-y-especial

 

De la colección de Clásicos Castellanos se anunciaba la edición crítica de una de las obras cumbres de la literatura picaresca: Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán. Tal edición la efectuó  el catedrático del Instituto-Escuela, investigador del Centro de Estudios Históricos y ex pensionado de la JAE Samuel Gili Gaya, sobre el que dí una conferencia en el instituto homónimo de Lleida el 10 de diciembre de 2019 (ver aquí y aquí), y al que dediqué un artículo en compañía de mi colega y amigo Mario Pedrazuela en un ejemplar extraordinario de la revista Participación Educativa de 2011 (ver aquí). Esa gran edición constaba de cinco tomos y el precio de venta de cada uno de los volúmenes variaba según la calidad de la cubierta: en rústica seis pesetas; en tela ocho ; en piel diez pesetas.

La editorial Espasa-Calpe había adquirido la colección Clásicos Castellanos a ediciones La Lectura en 1930. Se convirtió entonces Domingo Barnés en su director literario. Este pedagogo, estrecho colaborador de Manuel Bartolomé Cossío, dio continuidad en sus nuevas funciones al propósito inicial de la Colección. Ese afán surgido en torno a 1910 gracias al impulso de Tomás Navarro Tomás y Américo Castro, los discipulos más directos de Ramón Menéndez Pidal, era el de hacer ediciones claras, correctas, con precisión y conciencia filológica de textos clásicos españoles. A lo largo de la dilatada trayetoria de la colección se llegaron a publicar más casi dos centenares de títulos (ver aquí).(2)

Mateo Aleman

 

De la Biblioteca de ideas del siglo XX dirigida por José Ortega y Gasset (3) se hacía publicidad de una nueva edición de la relevante obra de Enrique Wölfflin: Conceptos fundamentales en la historia del arte que con 121 grabados se vendía a 20 Pts. Su primera edición en castellano se había hecho en 1924, con traducción de José Moreno Villa.

Wolflin2

 

 

De la colección «Vidas españolas e hispanoamericanas del siglo XIX», que también impulsó José Ortega y Gasset dado su interés por la renovación del género biográfico y a la que dio un giro tras su segundo viaje a Argentina en 1928 para favorecer y potenciar el diálogo cultural transatlántico (4) , se dio noticia de dos recientes publicaciones.

Una correspondía a la autoría de Diego Hidalgo. Este notario de origen extremeño, militante del Partido Republicano Radical y ex ministro de la Guerra cuando se produjo la revolución de octubre en 1934 había efectuado un viaje a la Unión Soviética en 1929. Es  probable que entonces comenzase su interés por las aventuras de un paisano que llegaría a ser general del ejército ruso. Esa apasionante biografía la dio a conocer en su libro José Antonio de Sarabia. De estudiante extremeño general de los ejércitos del Zar, cuyo coste era de cinco pesetas.

El otro era obra del periodista y escritor mexicano Rafael F. Muñoz. Su biografía del presidente mexicano general Antonio López de Santa Anna , cuya figura dominó la historia política mexicana en el segundo cuarto del siglo XIX, también se vendía a 5 ptas.

Diego Hidalgo

 

Santa Anna_

 

El interés por el mercado hispanomericano de Espasa Calpe, que tenía una potente delegación en Buenos Aires, se revela asimismo en su apuesta por editar El diablo y la técnica, una selección de cuentos, impregnados de humorismo, del peruano Héctor Velarde, (1898-1989), un arquitecto que había vivido en la Argentina en la década de 1920, y cuya obra arquitectónica sería influyente en el Perú del segundo tercio del siglo XX a través de su labor académica y sus construcciones.

En la publcidad de la editorial se cometió una errata en el título al denominarlo «El hombre y la técnica» quitándole el toque de humor del libro, adoptado por su autor. El precio de la obra era de cinco pesetas

El diablo y la técnica de Hector Velarde_

 

Finalmente se mencionaba la obra del sacerdote y teólogo austriaco Franz Michel William La vida de Jesús en el país y pueblo de Israel. Publicada en alemán en 1932 se convirtió en un bestseller en su tiempo, traduciéndose a doce lenguas, entre ellas el español, gracias a Espasa-Calpe.  En ellla se presentaba al lector, de una manera ágil y atractiva, la vida y la persona de Jesús partiendo de los Evangelios. Benedicto XVI reconocería esa obra como una de sus fuentes de inspiración en el prefacio de su importante libro Jesús de Nazaret.

La obra de Franz Michel William era presentada por Espasa Calpe como la biografía cumbre sobre Jesús, la editó ilustrada con láminas y encuadernada en tela. Tan lujosa edición se vendía a un alto precio: 18 pesetas.

Vida de Jesus 2

 

Todos esos libros se podían adquirir en librerías y en la Casa del libro que tenía Espasa-Calpe, S.A. en su sede de la madrileña Avenida Pi y Margall nº7, actual Gran Vía.

 

Casa del Libro en 1923

Interior de la Casa del Libro en 1923

 

(1) Ana Martínez Rus, «Las Ferias del Libro de Madrid (1933-1936) como fiestas republicanas«, Cuadernos de Historia Contemporánea, 41, 18-39

(2) Ver Antonio Marco García, «Propósitos filológicos de la colección Clásicos castellanos de la editorial La Lectura (1910-1935)«, AIH ,Actas X, 1989

(3) Tal y como señala Azucena López Cobo en «Un proyecto cultural de Ortega con la editorial Espasa-Calpe (1918-1942)» en Revista de Estudios Orteguianos nº 26, 2013  p. 31 esa biblioteca editó ensayos de la cultura contemporánea como Geometrías no euclidianas: exposición histórico-crítica de su desarrollo de Roberto Bonola; Teoría de la Relatividad de Einstein de Max Born; Ciencia cultural y ciencia natural de Heinrich Rickert; La decadencia de Occidente de Oswald Spengler; Ideas para una concepción biológica del mundo de Jacob von Uexküll y los mencionados Conceptos fundamentales en la Historia del arte de Heinrich Wölfflin.

(4) Desarrolla estas cuestiones Jessica Cáliz Montes, «La colección ´Vidas Españolas e Hispanoamericanas del Siglo XIX», un lugar de encuentro entre España e Hispanoameríca», en Cuadernos de Aleph, 2013, nº 5, pp. 15-38.

 

Los libros del mes: noviembre de 1931

Un jurado formado por Azorín (Monóvar 1873-Madrid 1967), Ramón Pérez de Ayala (Oviedo 1880-Madrid 1962), José María Salaverría (Vinaroz 1873-Madrid 1940), Enrique Díez-Canedo(Badajoz 1879-México 1944) , Pedro Sáinz Rodríguez (Madrid 1897-1986) y Ricardo Baeza (Bayamo [Cuba] 1890-Madrid 1956) examinó lo más relevante de la producción bibliográfica del mes de noviembre de 1931,

Consideró que el mejor libro de ese mes fue Intermedios de Pío Baroja, cuyo indice está accesible aquí

Pio Baroja Intermedios

 

Y entre los recomendados cabe distinguir entre libros escritos originariamente en español y otros traducidos al castellano.

He aquí una galería de los primeros en los que cabe distinguir una novela social de Joaquín Arderius (Lorca 1885-Ciudad de México 1969), una obra de teatro de Julián Gómez Gorkin (Benifairó de los Valles 1901-Paris 1987), otra de carácter autobiográfico del peruano José Santos Chocano (Lima 1875-Santiago de Chile 1934) un libro de literatura infantil de Angel Cruz Rueda (Jaén 1888-Madrid 1961) y una obra de historia del arte del doctor José Cascales Muñoz (Villafranca de los Barros [Badajoz] 1865-Madrid 1933)

Arderius Joaquin Campesinos

 

Gomez Gorkin Julian La corriente. Una familia

Santos Chocano El libro de mi proceso

Cruz Rueda gestas contadas a los niños

Cascales Muñoz Jose Zurbaran

En cuanto a las traducciones dominanaban las de obras literarias y de carácer político, exceptuando la traducción de diversas obras de Descartes por la editorial L. Rubio, de la que no he localizado la portada original. De las demás sí muestro sus portadas.

Entre las de carácter político destacan obras de escritos de clásicos de la literatura marxista, la traducción hecha por Andrés Nin de La revolución rusa del historiador Mijail Pokrovski(1868-1932), la Historia del año I de la revolución rusa de Víctor Serge(Bruselas 1890-Ciudad de México 1947), La extraña muerte del presidente Harding de Gaston B. Means(1879-1938) y Nosotros los bárbaros de Karen Branson.

Respecto a las obras literarias fueron nominadas la novela Juventud podrida de Wiaceslaw Chichkoff, Hermano negro de Magdeleine Paz (1889-1973), 12 hombres y un capitán de Theodore Plievier (Berlin 1892-Suiza 1955), El Vengador de Edgar Wallace (Greenwich [Inglaterra] 1875-Beverly Hills  [Estados Unidos] 1932), El marqués de Sade. Su vida de Otto Flake (Metz 1880-Baden-Baden 1963), traducido por Manuel Souto, que poco después obtendría una cátedra de Filosofía en el Instituto de Santiago, como di a conocer en el diccionario on-line JAEeduca (ver aquí)

 

Descartes Discurso del metodo

Marx Engels Capitalismo y comunismo

Pokrovski La revolucion rusa

 

Victor Serge Historia del año I

 

Gaston B Means extraña muerte

Bramson Karen Nosotros los barbaros

Juventud podrida portada

Juventud podrida contraportada

 

Magdeleine Paz. Hermano negro

 

Theodor Plivier 12 hombres 1

Edgar Wallace El vengador

Otto Flake marques de Sade portada

 

Otto Flake el marques de Sade contraportada

 

Las traducciones como vehículo de la renovación de la enseñanza de las ciencias en los inicios republicanos

El diario republicano Luz nació a principios de 1932. Sus impulsores -el empresario Nicolás de Urgoiti y el filósofo José Ortega y Gasset que habían lanzado meses antes la Agrupación al Servicio de la República- pretendían con ese nuevo periódico influir en la marcha del régimen republicano, máxime en un momento en el que Ortega empezaba a mostrar distancias con la obra de gobierno de Manuel Azaña. Asi lo mostraba su artículo de fondo, ubicado en la portada del diario de su primer número el 7 de enero de 1932 , titulado «Hacia un partido de la Nación. Antimonarquía y república».

Pero también llama la atención de ese ejemplar una reseña que aparece en la página siguiente, dedicada a cuestiones culturales, y fundamentalmente a comentar las novedades bibliográficas.

Esa reseña estaba firmada por el catedrático de instituto Juan Dantín Cereceda, estrecho colaborador de Urgoiti y Ortega desde que ese tandem fundaran el diario El Sol en 1917 como consta en varias entradas de mi blog jaeinnova (ver aquí). Dado que Dantín fue uno de los catedráticos de instituto pensionados por la JAE me ocupé de él en el libro Aulas abiertas, haciéndole una amplia   nota biográfica que también se puede leer el diccionario on line JAEeduca (ver aquí).

Tal reseña aludida muestra diversas cuestiones.

En primer lugar la preocupación de Dantín, ya maduro, por estar al tanto del movimiento científico-pedagógico en los inicios del período republicano y su empeño en alentar una cultura de la precisión en los centros docentes, siempre que dispusieran de laboratorios bien dotados.

En segundo lugar su interés por la labor llevada a cabo por ese gran didacta de las ciencias que fue Modesto Bargalló, cuya obra científica y pedagógica ha analizado recientemente Luis Moreno en su tesis doctoral Ciencia en las aulas: prácticas pedagógicas, cultura material e historia de la ciencia en la obra de Modesto Bargalló en España (1894-1939). (ver aquí) Probablemente ambos docentes trabaron amistad en Guadalajara. Dantín fue catedrático de Agricultura de su instituto, entre 1912 y 1922, y Bargalló fue profesor numerario de Física, Química, Historia Natural y Agricultura de la Escuela Normal de Maestros de esa ciudad castellana desde 1915 hasta la guerra civil.

En tercer lugar la labor de mediación cultural emprendida por la editorial barcelonesa Gustavo Gili para dar a conocer al público de habla española aportaciones científicas europeas. En este caso eligió un manual alemán hecho al alimón por dos físicos alemanes, Eilhard Wiedemann (1852-1928) y Hermann Ebert (1861-1913) que habían desarrollado el grueso de su obra antes de la Primera Guerra Mundial. De hecho la primera edición de Physikalisches Praktikum databa de 1904. El hecho de que fuese un éxito editorial en Alemania al hacerse varias ediciones puede explicar el que la editorial Gustavo Gili se aventurase a traducirla al español.

practicas-de-fisica-wiedemannDantin Fisica Portada

Este volumen tenía 539 páginas con índices, y tenía 370 figuras como las siguientes.

Practicas fisica interior

He aquí los contenidos de la mencionada reseña

La ponderación y la medida de los fenómenos para su perfecto conocimiento y la precisa formulación de sus leyes inspiran estas prácticas, realizables, en su mayor parte tan sólo en laboratorios dotados de material abundante.

Las prácticas, siempre excelentes, se ordenan en cada una de las grandes partes en que la obra aparece dividida: A) Física general, B) Calor, C) Óptica, D) Electricidad y Magnetismo. El libro recoge en un apéndice los diferentes trabajos auxiliares de laboratorio, manipulaciones con el vidrio y los metales, etcétera -tablas, en gran número, de constantes físicas-; fórmulas matemáticas de que el físico se sirve con más frecuencia: tablas trigonométricas y tablas de logaritmos.

La obra es algo atractivo  y sugerente que vale por un buen tratado de Física y sirve a toda clase de públicos. Puede ser utilizada por unos como una magnífica iniciación, de tipo superior; por otros, de comprobación y mera experiencia cuantitativa ante la clase; por algunos, de preparación para estudios de mayor empeño y finura de análisis.

La traducción de Modesto Bargalló, fiel y precisa. 

Lo que no sabemos es cómo circuló este libro en los centros docentes y si fue usado por los colegas de Dantín y Bargalló, ubicados en los institutos y en las Escuelas Normales.

Un libro sobre Ifni del aviador republicano J. Antonio López Garro en el otoño de 1935

Como es sabido la ocupación efectiva del territorio de Ifni se produjo en la primavera de 1934 cuando dirigía el gobierno español el líder del Partido Radical, Alejandro Lerroux.

En la operación de toma de posesión de ese enclave en la costa oriental africana, perteneciente actualmente a Marruecos, participó el aviador J. Antonio López Garro, bajo las órdenes del coronel «africanista» Oswaldo Capaz Montes.

Meses después ese singular aviador, hecho a sí mismo, como se revela en la entrevista que le hizo el diario La Verdad de Murcia en 1978 , a su regreso de un exilio de más de 40 años que pasó en su mayor parte en tierras mexicanas,  -y que fue recogida por el cronista oficial de Ulea donde vivía la familia de López Garro- publicó un singular libro.

De la edición de «Ifni y Smara», tal era el título de esa obra, dio cuenta el diario vespertino Heraldo de Madrid en estos términos.

6 Ifni y Smara de Jose Antonio Lopez Garro

Lo que no se apuntó en esa breve noticia es que ese libro, que consituye una fuente de inestimable valor en la literatura africanista española generada durante la Segunda República, estuvo prologado por uno de los africanistas más activos de aquel momento como fue el geógrafo hispano-portugués Gonzalo de Reparaz Rodríguez

Ifni 1935 portada

 

prologo Reparaz

Aulas abiertas y profesores viajeros: una contribución colectiva sobre la renovación de la enseñanza secundaria en los países ibéricos (1900-1936)

 

Aulas con memoria portadaportada libro Aulas modernas

Tras la edición de los libros Aulas con memoria. Ciencia, educación y patrimonio en los institutos históricos de Madrid (1837-1936), editores Leoncio López-Ocón, Santiago Aragón, Mario Pedrazuela  (Madrid, Doce Calles-CEIMES, 2012) y Aulas modernas. Nuevas perspectivas sobre las reformas de la enseñanza secundaria en la época de la JAE (1907-1939) , editor Leoncio López-Ocón, (Madrid, Dykinson-Universidad Carlos III, 2014) se publica ahora, tanto en versión papel como en su versión digital (ver aquí), la obra Aulas abiertas. Profesores viajeros y renovación de la enseñanza secundaria en los países ibéricos (1900-1936) (Madrid, Dykinson, Universidad Carlos III, 2018), editada por Leoncio López-Ocón, Víctor Guijarro y Mario Pedrazuela.

 

Aulas abiertas

 

Se completa así una trilogía dedicada a profundizar en el conocimiento de una etapa fundamental del sistema educativo, como es la de la enseñanza secundaria, y a ofrecer nuevas perspectivas de investigación sobre unos lugares fundamentales en la producción y reproducción de conocimientos como han sido las aulas donde se formaron los bachilleres, particularmente en el primer tercio del siglo XX cuando se produjo una consolidación del sistema científico español gracias a la labor de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas presidida y dirigida por el tándem formado por Santiago Ramón y Cajal y José Castillejo.

Los tres libros mencionados son el resultado de otros tantos proyectos de investigación: «Ciencia y educación en los institutos madrileños de enseñanza secundaria a través de su patrimonio cultural (1837-1936) [S2007/HUM-0512]», financiado por la Comunidad de Madrid entre los años 2008 y 2012; «Educación “integral” para los jóvenes bachilleres: cambios promovidos por la JAE en la enseñanza secundaria (1907-1936)» [HAR2011-28368]; «Dinámicas de renovación educativa y científica en las aulas de bachillerato (1900-1936): una perspectiva ibérica» [HAR2014-54073-P], financiados por la Secretaría de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación entre los años 2012 y 2014 y 2015-2018 respectivamente.

La obra colectiva que se presenta ahora es una aproximación al papel desempeñado por la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) y la institución homóloga portuguesa Junta de Educaçao Nacional (JEN) en la renovación de los métodos y las prácticas educativas en los centros de enseñanza secundaria de los dos países ibéricos en el primer tercio del siglo XX.

Se aborda ese objetivo mediante una doble estrategia. Por una parte, se ofrece la biografía colectiva e individual de más de una cincuentena de profesores de instituto pensionados por la JAE en el extranjero que contribuyeron a la renovación de los métodos usados en las diversas disciplinas que se impartían en la enseñanza secundaria. Por otro lado, se ofrecen diversos estudios de caso que muestran las innovaciones que se introdujeron en la enseñanza de las ciencias y de las humanidades en institutos españoles y liceos portugueses entre 1900 y 1936. Así se analizan los cambios producidos en la interacción con los objetos científicos para evaluar qué tipo de enseñanza experimental se llevó a cabo, y se realizan aproximaciones a los dispositivos visuales  usados en las aulas para potenciar la enseñanza por los ojos, como fueron las placas de cristal y el cine.

Aulas abiertas  permite por tanto:

a) disponer de una visión de conjunto de la cultura normativa de la educación secundaria como se explica en la primera y tercera parte del libro,

b) conocer en profundidad la trayectoria docente e investigadora de un grupo significativo de actores comprometidos con la renovación de la enseñanza secundaria en el primer tercio del siglo XX, como fueron los docentes de institutos pensionados por la JAE para trabajar en centros de investigación y docentes extranjeros, de los que se presentan biografías individuales de cincuenta y cinco de ellos, -en la cuarta parte-  y biografías corales, -en la primera parte-

c) ofrecer, como se hace en la tercera parte,  casos concretos de introducción de nuevos métodos y prácticas renovadoras en la enseñanza de diversas disciplinas, prestando particular atención al uso de dispositivos visuales, como las placas epidoscópicas (antecedente de las diapositivas) y el cine educativo, para favorecer un aprendizaje más intuitivo y activo entre los futuros bachilleres

y d) aproximarnos, lo que se hace en la primera y segunda parte, a una comparación entre las dinámicas educativas y científicas de las aulas de los institutos con las de los liceos portugueses en un contexto en el que los profesores de enseñanza secundaria de los dos países ibéricos compartieron desafíos comunes y prácticas pedagógicas similares y en una coyuntura de estrechas relaciones entre la JAE y el organismo homólogo portugués, la Junta de Educaçao Nacional (JEN) (1929-1936).

Este es el índice de contenidos de la obra:

A manera de introducción por Leoncio López-Ocón, Víctor Guijarro, Mario Pedrazuela

Primera parte

Profesores de enseñanza secundaria pensionados por la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas  y por la Junta de Educaçao Nacional.

  1. Viajes con retorno del profesorado de los institutos españoles

1.1   Ciencias Naturales y Agricultura por Leoncio López-Ocón y Santos Casado

1.2.  Física y Química, Matemáticas y Filosofía por Víctor Guijarro

1.3.  Lengua y Literatura española, Latín y Lenguas Modernas por Mario Pedrazuela

  1. Entre rupturas e continuidades. A Junta de Educação Nacional (1929-36) e a renovação pedagógica liceal por Quintino Lopes.

Segunda parte

 La adopción de nuevas prácticas y materiales de enseñanza

  1. La interacción personal con el objeto científico y la acción educativa: notas, máquinas dóciles y manuales (1885-1910) por Víctor Guijarro
  2. Percursos de modernizaçao das ciencias físicas nos liceus (19000-1930) por Isabel Malaquías
  3. A sala de aula e as ciencias naturais. O ensino experimental nos liceus portugueses: realidade ou utopia? por Inês Gomes
  4. Efectos de renovación educativa en la enseñanza de la Historia Natural del Instituto de Murcia a través del relato de su material científico por José Pedro Marín
  5. La linterna de proyección y la renovación de la educación científica de los bachilleres españoles en el primer tercio del siglo XX por Javier Frutos, Carmen López San Segundo, Beatriz González de Garay Domínguez, Manuela Carmona García
  6. Literatura y cine en las aulas de enseñanza secundaria. La colaboración de Guillermo Díaz-Plaja en la Revista Internacional del Cinema Educativo (1929-1934) por Juana María González

Tercera parte

La construcción de la cultura normativa en la educación secundaria en España

  1. Francisco Villacorta Profesorado, título y carrera: avances y fracturas de la segunda enseñanza pública en España entre los siglos XIX y XX

Cuarta parte

Las trayectorias de 55 docentes de Institutos españoles pensionados por la JAE por Leoncio López-Ocón, Mario Pedrazuela, Víctor Guijarro, Leonor González de la Lastra, Vicente Fernández, Juana María González, Carmen Masip, Natividad Herrero, Rebeca Herrero

  1. Agricultura: José María Albareda, Florencio Bustinza, Luis Crespí, Juan Dantín Cereceda, José Lorenzo Fernández
  2. Dibujo: Alfonso Rodríguez Castelao
  3. Filosofía, Etica, Psicología y Rudimentos del Derecho: Joaquín Alvarez Pastor, Eloy Luis André, Julián Besteiro, Federico Dalmau, Fulgencio Egea, Fermín Herrero Bahillo, Rubén Landa, Manuel Souto Vilas
  4. Física y Química: Jenara Vicenta Arnal, Gonzalo Brañas, Miguel Catalán, José Estalella, Antonio Gaite, Severiano Goig Botella, Andrés León Maroto, Ricardo Montequi, José Vicente Rubio Esteban
  5. Geografía e Historia: José Luis Asián, Rafael Ballester, José María Igual Merino
  6. Historia Natural, Fisiología e Higiene: Pedro Aranegui, Fermín Bescansa, Rafael Candel, José Fuset, Joaquín Gómez de Llarena, Federico Gómez Llueca, Daniel Jiménez de Cisneros, Gabriel Martín Cardoso, Faustino Miranda, Abilio Rodríguez Rosillo, José Taboada Tundidor, Carlos Vidal Box
  7. Latín: Eduardo García de Diego, Clemente Hernando Balmori, Miguel Herrero García, Angel Pariente, Juan Francisco Yela Utrilla
  8. Lengua y Literatura española: Eugenio Asensio, Pilar Escofet Benítez, Samuel Gili Gaya, Pedro Antonio Martín Robles
  9. Lenguas modernas: Francés: Bigta Armenta, Antonio Machado; Inglés: Joaquina Eguaras Ibáñez
  10. Matemáticas: María Capdevila, Ruperto Fontanilla, Emilio Pérez Carranza, Pedro Puig Adam, Angel Saldaña Pérez.

 

 

 

 

 

Noticia sobre el libro «Guillermo Lusa Monforte: historia, enginyeria i compromis».

El mes de setiembre pasado, apareció el libro «Guillermo Lusa Monforte : història, enginyeria i compromís», publicado por Universitat Politècnica de Catalunya. Iniciativa Digital Politècnica, coordinado por Antoni Roca Rosell y Albert Corominas Subias.

La obra incluye una reflexión autobiográfica de Guillermo Lusa y una selección de escritos hasta ahora no fácilmente accesibles, tanto en la historia de la ciencia y de la técnica como en el mundo de la intervención política, incluyendo la política universitaria.

El libro se puede conseguir en formato papel, pero la UPC también lo ofrece en abierto en el enlace:
https://upcommons.upc.edu/handle/2117/123699

La montaña y el arte, gran libro del geógrafo Eduardo Martínez de Pisón

Eduardo Martínez de Pisón, que cumplió 80 años el pasado 1 de enero es el decano de los geógrafos españoles y está considerado uno de los grandes intelectuales españoles como muestra su abundante y polifacética obra. La Biblioteca Nacional de España le homenajeó hace unos meses invitándole a hablar sobre los libros que le han acompañado durante su vida y de cómo es y se ha formado su biblioteca.

Gran montañero ha recorrido las principales cordilleras del mundo y se ha preocupado a lo largo de su dilatada trayectoria científica por estudiar la impronta que ha dejado el estudio de las montañas en el arte y en la literatura. Fruto de ese conocimiento es su libro La montaña y el arte. Miradas desde la pintura, la música y la literatura, editado por Fórcola, que se presentó en la Residencia de Estudiantes de Madrid el pasado 30 de octubre de 2017. (ver aquí).

Uno de sus primeros lectores ha sido el presidente de la Sociedad Española de Historia de la Educación Eugenio M. Otero Urtaza, cuya interesante reseña, aparecida en la lista de distribución de esa activa sociedad científica, me permito reproducir en esta bitácora.

Eduardo Martínez de Pisón, La montaña y el arte. Miradas desde la pintura, la música y la literatura (Madrid, Fórcola, 2017): 615 págs.

 

 

Eduardo Martínez de Pisón, además de geógrafo es posiblemente el montañero español más emblemático de de los últimos cincuenta años y un intelectual que lleva la impronta de Francisco Giner en todo aquello que se refiere a la cultura de montaña a la que ha dedicado estudios y reflexiones amplias a lo largo de su vida. En esta obra se ha propuesto “el reto de reivindicar el valor no solo estético sino también cultural de la montaña”. Trata de dirigir su mirada a las representaciones del escenario montañoso del entorno occidental, pensando en los artistas “que han pasado por la montaña y que le han dedicado su atención con los chispazos propios de su calidad literaria o pictórica, el de los montañeros que han reflejado en obras artísticas su devoción o experiencias, y el de los montañeses que han formado su arte en la misma montaña como parte de sus modos de vida”.

Es un libro emocionante que contiene muchas claves a un historiador interesado por la educación al aire libre y en contornos de naturaleza, tanto por las meditaciones del autor como por sus múltiples referencias históricas a la cultura contemporánea. Es un libro denso en contenido, redactado con pasión y profusión de detalles por alguien que ha pasado su vida caminando por senderos en cordilleras de todo el planeta. En la conclusión señala que ha querido “compartir la otra belleza de las montañas, hablar de la belleza de las montañas devuelta por los hombres, de su reflejo en la sensibilidad humana, de la obra que depende de saber ver, de la capacidad y gusto por hacer montañas de los sentidos y de la maestría para lograrlas mediante la aplicación de las artes”.

El libro se divide en dos partes. La primera titulada “Ideas, imágenes y sonidos” incluye dos capítulos: “Montañas escritas” y “Montañas pintadas, montañas sonoras”: La segunda parte se titula “El arte de la palabra” y abrazo los tres capítulos siguientes: “La senda estrecha”, “El modelo cultural” y “Nuestras montañas”. Que decir que a lo largo de estos capítulos, casi seiscientas páginas, hay muchísimas sorpresas. No podía faltar Emilio, que leerá como primer libro a Robinson Crusoe, ni por supuesto se olvida de Unamuno quien en 1918 subió al pico Salvaguardia desde donde contempló el Aneto y el “gigantesco diamante” de la Madaleta. También recuerda a Ruskin y a la escuela pictórica de Madrid, pasa por la montaña en la Divina Comedia o se detiene en La subida del Monte Carmelo de San Juan de la Cruz; o nos describe a Victor Hugo por Los Alpes, entre otras muchas incursiones, como el viaje de García Mercadal al Pirineo que relató en Del llano a las cumbres, en 1923, o recupera “El lobo” de Hermann Hesse, o Cumbres de espanto del suizo Ferdinand Ramuz, publicado en España en 1930.

El libro es un canto coral con muchas alusiones a obras y personas que pueden servir a un historiador a seguir esas vetas de superficie que el autor señala, con toques en general cortos, y bajo las que hay yacimientos extraordinarios para una investigación histórico-pedagógica. El elogio de la montaña descubre que tras ese sentimiento hay también una manera de explicar los valores de la cultura a través de los siglos, y por supuesto, de la potencia educadora de la vida al aire libre. Recuerda que Giner entendía la montaña como un “estado del espíritu” y afirmaba que “el paisaje es pedagogo”, sin olvidarse de otros institucionistas como Bernaldo de Quirós o Antonio Machado. Sus referencias a Jean Giono son también muy oportunas a quien cita ya al comienzo del libro recordando que decía que los hombres “no pueden vivir sin moradas mágicas”.

Es un libro  además bellamente editado y escrito con una perspicacia exquisita. En su cubierta lleva el famoso cuadro de Friedrich, El caminante sobre el mar de nubes. Se añade una amplia bibliografía e índice onomástico. En la contracubierta se dice: “Maestro de geógrafos, montañeros, alpinistas y pirineistas, Martínez de Pisón nos ofrece un hermoso e insustituibles panorama de la montaña nacido del mundo cultural”. Es un placer de lectura.

Eugenio Otero Urtaza.-

 

El arte de la ilustración botánica a través del libro Botanical Sketchbooks

 

Botanical Sketchbooks

Princeton Architectural Press, en colaboración con Royal Botanical Gardens de Kew, acaba de publicar el libro Botanical Sketchbooks de Helen y William Bynum. La obra contiene 275 ilustraciones de la flora de diversas partes del mundo, efectuadas a lo largo de quinientos años, desde el siglo XV al siglo XX.  Además ofrece breves biografías de más de 80 ilustradores botánicos, algunos muy famosos como John Muir o Leonardo da Vinci, y otros menos conocidos como Charles Maries, un botánico inglés del siglo XIX, buen conocedor de la flora de China y Japón, y obsesionado por los mangos de la India. Muestra pues el libro los diversos caminos usados para observar, estudiar e inmortalizar en el arte la efímera vida de las plantas. Así lo destaca Allison Meier en el interesante post que ha escrito para el blog Hyperallergic. (ver aquí).

 

En las librerías mi tercera edición de Los tónicos de la voluntad de Cajal

Hace unos meses daba cuenta en esta bitácora -ver aquí- de la publicación por la editorial Gadir de la segunda versión de la edición que preparé en su momento, allá por 2005, de la obra más difundida de Santiago Ramón y Cajal Los tónicos de la voluntad o Reglas y consejos sobre investigación científica.

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Pues bien esa segunda edición, lanzada al mercado a principios de 2015, se ha agotado en unos meses. Y el incansable editor de Gadir Javier Santillán, un amante de los libros que mima los productos difundidos por su empresa, se ha embarcado en la publicación de una tercera edición de esa gran obra cajaliana que fue Los tónicos de la voluntad. En ella el mejor investigador español de todos los tiempos vertió sus reflexiones sobre las cualidades que ha de tener un científico creativo y sus consideraciones sobre la política científica de su tiempo, el más fértil en la historia científica de nuestro país, plagada de altibajos y vaivenes como mostré en mi Breve historia de la ciencia española, publicada por Alianza editorial allá en 2003.

Ahora con el fin de darle un carácter novedoso a este tercer esfuerzo que hace Gadir para promocionar las Reglas y consejos sobre la investigación científica he decidido añadir dos anexos documentales que pueden ayudar a entender mejor, a mi modo de ver, los contextos de elaboración y circulación de esa obra de Cajal, cuya estructura inicial fue el armazón de su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, allá por 1897, y que enriquecería en sucesivas ediciones a lo largo del cuarto de siglo posterior.

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El primer texto corresponde a una interesante entrevista que le hizo a Cajal un médico y periodista jienense, antiguo alumno suyo, en las páginas de La Ilustración Española y Americana de hace un siglo. En ellas el premio Nobel de Medicina y Fisiología de 1906 reflexionó sobre las relaciones científicas entre España y la América latina, que él procuró estimular desde la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, el organismo promotor de una política científica y educativa dirigido por él durante más de dos décadas desde su fundación en 1907.

El segundo documento es la necrológica, muy sentida, que hizo en 1918 Cajal días después del fallecimiento de uno de sus discípulos más prometedores y talentosos como fue el médico e investigador bilbaíno Nicolás Achúcarro (Bilbao/Bilbo 14 de junio de 1880-Guecho/Guetxo 23 de abril de 1918), fallecido en plena madurez científica cuando aún no había cumplido los 38 años. Este elogio fúnebre fue pronunciado originariamente en el seno de la Sociedad española de Biología y reproducido inmediatamente en las páginas del semanario España cuando ya no lo dirigía su fundador José Ortega y Gasset sino el futuro dirigente del PSOE Luis Araquistáin.

A continuación reproduzco lo que sostengo en esta nueva edición de Gádir para justificar mi elección de este texto de Cajal como elemento enriquecedor del nuevo esfuerzo editorial de Gadir y de su impulsor Javier Santillán.

Su necrología de Achúcarro, seguramente uno de los lectores de esa obra [Los tónicos de la voluntad], constituye otra prueba de la claridad y concisión de los escritos científico-literarios de Cajal que tanta admiración produjo entre sus coetáneos e interés en la ciudadanía de nuestro tiempo. Cabe considerar asimismo que en Achúcarro pudo ver Cajal el mejor ejemplo de los nuevos científicos que lograron aplicar en su práctica investigadora las reglas y consejos que él expuso en 1897 en su discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, germen del libro que tiene el lector en sus manos. Orientaciones en las que Cajal expuso su idea-fuerza de que los males de la patria se podían sanar con el trabajo paciente y perseverante en el laboratorio, donde los investigadores tenían que simultanear una tarea patriótica con una labor cosmopolita, como hicieran los mismos Cajal y Achúcarro. El hecho de que Cajal viese en Achúcarro una especie de alter ego explica también que luchase con todas sus fuerzas para reincorporarlo al incipiente sistema científico español de principios del siglo XX taponando la fuga de un cerebro privilegiado.

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Presentación del libro de Antonio Buj sobre las plagas de langosta y la ciencia de la acridología

 

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Plagas de langosta. De la plaga bíblica a la ciencia de la acridología de Antonio Buj Buj, con introducción de Horacio Capel de la Universidad de Barcelona, es un libro relevante y meritorio por muchos aspectos. En esta breve presentación destacaré tres de ellos.

En primer lugar hay que agradecer al autor su capacidad sintética para abordar desde múltiples perspectivas uno de los riesgos biológicos que ha causado, y sigue causando, cuantiosos daños a agricultores de muchos lugares del planeta. En algo más de ciento cincuenta páginas soprende la extraordinaria y compleja cantidad de información reunida por el autor y expuesta de manera ordenada, concisa, limpia para presentar una visión global e integrada de uno de los graves problemas que han debido de afrontar campesinos de todos los continentes desde los tiempos bíblicos hasta el momento presente.

 

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En esta lámina de la obra de 1932 de Jacobus F. Faure se representan las diferentes fases de desarrollo de la Locusta migratoria migratorioides, una de las langostas más dañinas.

En segundo lugar el libro se inscribe de manera solvente en la nueva área de conocimiento que asocia riesgos medioambientales y asimetría social. Un hilo conductor de la obra es que aunque la plaga agrícola, generada al juntarse enjambres de miles de millones de langostas, es una amenaza global sus daños se ciñen actualmente a determinadas zonas del planeta, donde por causas políticas y socio-económicas asociadas a procesos de «desestatalización» no se pueden llevar a cabo las indispensables labores de información, prevención y control. Así se explica que, a pesar de que la ciencia de la acridología, impulsada por el entómologo ruso-británico Boris P. Uvarov ,  haya consolidado las bases del estudio y control de las langostas a lo largo de la primera mitad del siglo XIX, no obstante aún sigan siendo un flagelo que azota a numerosas partes del mundo, particularmente en Africa, asolada recientemente -en 2004- por terribles plagas. De ahí que el autor sostenga con atinado criterio que aunque las plagas de langosta son causadas por muchos factores, uno de los más importantes es la pobreza, a la que hay que combatir de manera decidida. Y así sostiene en las conclusiones de su obra que para erradicar definitivamente esta plaga: «se necesita ciencia, tecnología, dinero, pero sobre todo se necesita generar estabilidad institucional, crecimiento económico y reparto equitativo de la riqueza creada». (p. 155)

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Antonio Buj reproduce en un cuadernillo de ilustraciones de su libro la portada de este número de la revista argentina Caras y Caretas, donde se ironiza sobre el presupuesto asignado a lucha contra las plagas de langosta que asolaban a ese país sudamericano a finales del siglo XIX

En tercer lugar se explica en esta obra convincentemente cómo el control de las plagas de langosta ha sido uno de los casos de éxito en el haber de los científicos y administradores de la España contemporánea, resumiendo lo que ya había expuesto pormenorizadamente Antonio Buj en su libro de 1996 El Estado y el control de plagas agrícolas (Madrid, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación). Tanto en esa importante monografía, resultado de su tesis doctoral, como ahora, más sintéticamente, se exponen no sólo las contribuciones efectuadas por diversos ingenieros agrónomos y naturalistas españoles, particularmente entomólogos, al conocimiento de los mecanismos biológicos que desencadenan las plagas de langosta, sino también los esfuerzos efectuados por diversas administraciones a lo largo de la época contemporánea para adoptar soluciones técnicas apropiadas para su control. Esa posición de vanguardia de científicos españoles y administradores en la lucha contra las plagas de langosta explica en parte que Madrid fuese elegida sede del VI Congreso de Entomología en el año 1935, del que ofrece interesantes detalles Antonio Buj en la pág. 148 de Plagas de langosta.La celebración de ese congreso confirma lo que vengo sosteniendo en mis últimas entradas de mi otro blog- Jaeinnova-: que Madrid ocupó en los años republicanos un papel significativo en el mapa de la ciencia mundial, siendo sede de numerosos congresos internacionales, como el IX Congreso internacional de Cirugía celebrado en marzo de 1932.

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El entomólogo Ignacio Bolívar, director del Museo Nacional de Ciencias Naturales durante el primer tercio del siglo XX y presidente del VI Congreso Internacional de Entomología celebrado en Madrid en septiembre de 1935.

Estas cuestiones que he presentado a vuela pluma, y otros muchos aspectos relacionados con la biologia, la geografía y la historia de una de las calamidades que han tenido que afrontar campesinos de todo el mundo sean australianos, chinos, rusos, norteamericanos, argentinos, mexicanos, españoles, del Africa mediterránea o del Africa subsahariana, serán abordados en la presentación colectiva del libro que se efectuará el próximo martes 27 de septiembre en el salón de actos del Museo Nacional de Ciencias Naturales. En el acto intervendrán Juan Pan-Montojo, historiador de la economía, buen conocedor de los problemas de la agricultura española y de la labor de los ingenieros agrónomos; el historiador de la ciencia Santos Casado, con estudios fundamentales sobre el ecologismo en España, y sobre las investigaciones de los naturalistas que se interesaron por el estudio de las langostas como Ignacio Bolívar, presidente del comité organizador del mencionado sexto congreso internacionalde entomólogos celebrado en Madrid entre el 6 y el 12 de diciembre de 1935; y Juan Manuel García Bartolomé, que tiene un amplio conocimiento sobre los problemas del agro español y ha organizado e impulsado la magnífica mediateca del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente del gobierno de España.

Señalaré finalmente que los contenidos del indice de esta interesante y densa obra, en cuya relación de fuentes no faltan una webgrafía bien seleccionada y una relación de documentales, son los siguientes:

Prólogo, de Horacio Capel.- Introducción.- Cap. I: ¿Qué es una plaga de langosta?.- Cap. II. Geografia de la langosta. Riesgo universal, calamidad regional.- Cap. III. La plaga de langosta en la historia. Las crónicas de viajeros, colonos y naturalistas.- Cap. IV. Ciencia y plagas de langosta en la primera mitad del siglo XX. El nuevo paradigma de la acridología.- Cap. V. El control de la langosta en España. Actividad científica y acción de gobierno.- A modo de conclusión. Las plagas de langosta hoy. -Fuentes.

 

 

 

Homenaje al historiador Eloy Fernández Clemente en el Ateneo de Madrid

 

Eloy Fernandez Clemente

El lunes 13 de junio de este año de 2016 ha tenido lugar en el Ateneo de Madrid un homenaje al historiador aragonés Eloy Fernández Clemente (1942-  ), consecutivo al que recibió el pasado mes de abril en Zaragoza por parte de una serie de especialistas de historia económica, noticia de la que dio cuenta el Heraldo de Aragón (ver aquí).

El homenaje madrileño se ha celebrado  en un lugar muy vinculado a la trayectoria vital e intelectual del homenajeado, pues en sus salas Eloy Fernández Clemente logró entrevistar allá por mayo de 1964 al filósofo francés Gabriel Marcel cuando muy joven estaba próximo a la corriente democristiana liderada por Joaquín Ruiz-Giménez, impulsora de la revista Cuadernos para el Diálogo (1963-1978), una especie de parlamento de papel donde se auspició un diálogo intergeneracional que ayudó a transitar del franquismo al régimen democrático actual, publicación bien estudiada por Javier Muñoz Soro

 

Ateneo homenaje Eloy Fernandez Clemente13 junio 2016

Las intervenciones de los sociólogos Alfonso Ortí Benlloch, quien no pudo asistir por problemas de salud, siendo leído su texto, y de Cristóbal Gómez Benito insistieron en las aportaciones efectuadas por Eloy Fernández Clemente al mejor conocimiento de la vida y de la obra de ese gran aragonés regeneracionista que fue Joaquín Costa desde que la editorial de Cuadernos para el Diálogo – Edicusa- le publicase en 1969 su primer libro Educación y revolución en Joaquín Costa, derivado de su tesis de licenciatura.

Eloy Fernandez Clemente Educación y revolución Joaquin Costa

 

Alfonso Ortí, tomando como referencia la división que estableció Pedro Laín Entralgo en su libro de 1956 España como problema de los seres humanos entre «hereticales» y «pontificales», insistió en la bonhomía de Eloy Fernández Clemente, al que conoce desde larga data, y en su carácter «pontifical», es decir de hacedor de puentes, de articulador de empresas colectivas.

Esta faceta fue destacada también por el artista Fernando Alvira, director desde el año 2000 del Instituto de Estudios Altoaragoneses, una de las numerosas instituciones de la CECEL (Confederación Española de Centros de Estudios Locales), adscrita al CSIC. Y así Fernando Alvira puso el foco de su intervención en las grandes iniciativas aragonesistas promovidas por Eloy Fernández Clemente. Una de ellas fue la gran revista Andalán, cuya historia fue reconstruida con primor por el propio Eloy en el segundo volumen de sus memorias tituladas precisamente Los años de Andalán (1972-1987).

Eloy Fernandez Clemente Memorias 2

En esa publicación, que avivó la conciencia aragonesista, desempeñó un papel fundamental el amigo del alma de Fernández Clemente el profesor, escritor, cantautor y político José Antonio Labordeta (1935-2010), cuyo Canto a la libertad sostiene Fernández Clemente podría haberse adoptado perfectamente como himno de Aragón.

La segunda iniciativa colectiva relevante impulsada por el buen quehacer de Eloy Fernández Clemente fue la Gran Enciclopedia Aragonesa o GEA, cuya primera edición en 12 tomos vio la luz entre 1980 y 1981, y que afortunadamente hoy en día se puede consultar online (ver aquí), gracias a un acuerdo de colaboración entre el Grupo Zeta y las Consejerías de Educación y de Universidad del Gobierno de Aragón.

Eloy y Leoncio

En mi intervención intenté explicar los porqués de mi presencia en ese acto, que me resultó entrañable, y dar cuenta de la valía como historiador de Eloy Fernández Clemente, ciñéndome a comentar dos de sus obras, las más significativas para mí, de una muy amplia bibliografía.

Así como en la vida del homenajeado, según él explica en sus voluminosas memorias, fueron determinantes en diversos momentos de su trayectoria intelectual los consejos, orientaciones, y colaboraciones de sus amigos, mi presencia en ese acto se debió a la acción de dos amigos.

Por un lado Alejandro Díez Torre me comentó hace unos meses su intención de organizar en el Ateneo un homenaje a un historiador al que tenía gran aprecio  y admiraba. Al escuchar el nombre de Eloy Fernández Clemente le animé a llevar a cabo la iniciativa pues gracias al seguimiento de una de sus obras, a la que me referiré a continuación, también era yo consciente de la valía del futuro homenajeado. En efecto, meses antes, me había familiarizado en mis investigaciones sobre la editorial Atlante, que dieron lugar a dos publicaciones (ver aquí y aquí), con la magnífica edición de Eloy de los Escritos económicos de Manuel Sánchez Sarto, publicados en su exilio americano, particularmente mexicano entre 1939 y 1969. Sánchez Sarto, primero en colaboración con el ingeniero comunista balear Estanislao Ruiz Ponseti, dirigente del PSUC, y luego con la inestimable ayuda de su íntimo amigo Leonardo Martín Echeverría, alto cargo de Izquierda Republicana y catedrático de Geografía e Historia en diversos institutos, era la persona que había diseñado la puesta en marcha de esa importante editorial. Atlante no es tan conocida como otras empresas editoriales del exilio republicano pero logró formar un importante catálogo editando diversas obras científico-técnicas, literarias y artísticas de gran valor. Además los hombres de Atlante lograron financiar en sus primeros años de existencia, entre 1940 y 1945 aproximadamente, la gran revista Ciencia, el principal órgano de expresión de los científicos republicanos exiliados, que afortunadamente está accesible online (ver aquí).

Por otra parte al explicarle a Juan Pimentel, amigo y compañero del departamento de Historia de la Ciencia del Instituto de Historia del CCHS del CSIC, allá por noviembre de 2013 la conferencia que iba a dar sobre la editorial Atlante en un inminente viaje que hacía a México, invitado por Sylvie Didou Aupetit del Departamento de Investigaciones Educativas del CINVESTAV, le mostré el mencionado libro de Eloy sobre Sánchez Sarto.

Y entonces se concatenaron los acontecimientos: Juan conocía al autor del volumen, dado que ambos están en el consejo de redacción de la magnífica colección Historia del fondo editorial Marcial Pons; me proporcionó su correo electrónico; pregunté a Eloy si conocía a descendientes de Manuel Sánchez Sarto; me contestó que sí y me ofreció el teléfono de Dª Pilar Sánchez Condoy. Nada más llegar a México D.F. conversé con Dª Pilar el martes 19 noviembre de ese año 2013, y concertamos un encuentro en su domicilio de Las Lomas de Chapultepec días después, el sábado 23 de noviembre. En él estuvo presente su hijo Guillermo y aquella larga conversación constituyó para mí un momento de especial e intensa emoción en aquel viaje mexicano. Dª Pilar con sus 85 años, pues había nacido en Zaragoza el 23 de octubre de 1928, además de conservar su elegancia, disponía de una gran memoria, y me ofreció datos de extraordinario valor sobre su padre y sobre su querido amigo Leonardo Martín Echeverría, autor del primer volumen que publicó la editorial Atlante España: el país y los habitantes, un gran tratado de geografía física y humana que circuló ampliamente entre la diáspora republicana. Además me hizo dos regalos que son dos pequeños tesoros en mi biblioteca.  El primero fue su libro de memorias titulado Tiempo de recuerdos que escribió para que su familia fuese consciente de cómo una niña, que salió hacia el exilio con 11 años al zarpar en Lisboa en el barco Ipiranga el 27 de septiembre de 1939, pudo abrirse camino en la hospitalaria república mexicana, donde su padre; Manuel Sánchez Sarto, desarrollaría una importante labor educativa e investigadora como economista. El segundo consistió en un cuaderno manuscrito de su padre iniciado en tierras francesas en febrero de 1939, poco después de cruzar los Pirineos e iniciar su largo exilio, en el que expone sus planes para fundar una empresa editorial, fuente inestimable para conocer los primeros pasos de lo que meses después sería la ya mencionada editorial Atlante. Tal y como insinué en mi intervención en el homenaje a Eloy nunca podré agradecer suficientemente a Juan Pimentel y a Eloy Fernández Clemente que me pusiesen en contacto con Dª Pilar Sánchez Condoy, ejemplo del temple y de la creatividad desarrollados por una gran parte de los exiliados republicanos españoles en tierras mexicanas.

La valía de Eloy Fernández Clemente como historiador recorre su vasta obra pero solo me fijaré ahora en cualidades presentes en dos de sus trabajos.

Por una parte en el rigor y pulcritud con el que elaboró la edición de los Escritos económicos de Manuel Sánchez Sarto. Ahí ofrece valiosa información sobre la trayectoria intelectual de ese economista y emprendedor cultural y deshace tópicos existentes en la historiografía como el hecho de considerar a la editorial Atlante una empresa catalanista, al pensar determinados historiadores que la contribución económica del PSUC fue fundamental para su puesta en marcha, cuando en realidad el dinero de los comunistas catalanes quedó bloqueado en París al producirse la invasión alemana de Francia en el otoño de 1939. Manuel Sánchez Sarto y Leonardo Martín Echeverría se vieron entonces obligados a  recurrir a recursos procedentes de otras fuentes de financiación. Y aunque la presencia catalana y comunista fue muy importante en la editorial, a través de la figura de su gerente Juan Grijalbo, no es menos cierto que el grueso de los colaboradores procedían de otras fuerzas políticas distintas del PSUC, como era el caso de los científicos vinculados a Izquieda Republicana José y Francisco Giral, o los pedagogos aragoneses anarquistas Domingo Tirado Benedi y Santiago Hernández Ruiz. También es cierto que Eloy Fernández Clemente deja flancos abiertos en su aproximación a Manuel Sánchez Sarto, pues a mi modo de ver no profundiza suficientemente en las contribuciones que hizo ese economista y también licenciado en Filosofía y Letras en otros campos del conocimiento como revelan sus artículos humboldtianos «Humboldt, el monstruo heráldico del Orinoco», en Cuadernos Americanos, México, mayo-junio 1942, nº 3 , «Los cuadros de la naturaleza», Revista de la Universidad de Puebla, quizás también de 1942 y «El viaje de Humboldt a las regiones equinocciales», en la obra colectiva Ensayos sobre Humboldt publicada por la UNAM en 1962, o su trabajo sobre «El concepto de región» en Cuadernos Americanos, noviembre-diciembre 1967.

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Por otro lado en el esfuerzo reflexivo subyacente en su voluminosa autobiografía formada por la trilogía El recuerdo que somos. Memorias (1942-1972), Los años de Andalán. Memorias (1972-1987) y Tesón y melancolía. Memorias (1987-2012), editadas por Rolde de Estudios Aragoneses entre 2010 y 2015. Solo he podido leer hasta ahora el primer volumen que es un vívido relato sobre la infancia y juventud del autor, sus primeras referencias culturales y sus inicios profesionales como educador e investigador. Al respecto me llamaron poderosamente la atención los recursos que usó Eloy como maestro para motivar a sus alumnos en la escuela San Braulio en la primera experiencia docente que tuvo con poco más de veinte años en el barrio obrero zaragozano de El Picarral. Pero ese primer volumen de sus memorias es además una excelente fuente de información sobre los ambientes que frecuentó Eloy en su Aragón natal en los años 1950 y 1960 y en el Madrid, «castillo famoso», donde vivió entre septiembre de 1963 y mayo de 1966, período en el que, además de enamorarse de su actual esposa Marisa Santiago Docanto, fue testigo privilegiado, como militante de las juventudes democristianas, del movimiento estudiantil antifranquista que culminó su acción contestataria con las protestas de 1964, duramente reprimidas por el régimen franquista como se constató en las expulsiones de la universidad española de José Luis López Aranguren, Agustín García Calvo y Enrique Tierno Galván, entre otros destacados profesores antiautoritarios.

Eloy Fernández Clemente inicia sus memorias, en cierta medida prodigiosas y portentosas por la masiva movilización de información y recuerdos,  con la siguiente cita de Enrique Lynch (Babelia 1 noviembre 2008), a modo de autoprotección y justificación de su impresionante empeño intelectual:

¿Un libro de memorias que no incurra en narcisismo? Imposible. El género autobiográfico es el predilecto de los pavorreales y los narcisos..»Hacer memoria de» la experiencia propia y que el resultado no parezca una simple crónica personal de hechos pasados y no acabe siendo la típica «novela familiar del neurótico», requiere considerable pericia narrativa y, desde luego, una buena dosis de ironía para evitar que el relato quede atrapado en el pequeño yo del autor.

Ciertamente estas memorias trascienden al «pequeño yo del autor» y constituyen un significativo friso de la vida cultural e intelectual de la sociedad aragonesa y española de la segunda mitad del siglo XX, como han visto por ejemplo críticos de su segundo volumen dedicados a Los años de Andalán. Y aunque no son un ejercicio de ego-historia como el que hicieron grandes historiadores franceses convocados por Pierre Nora para que en Essais d’ego-histoire explicasen las coordenadas históricas en las que se gestaron y desarrollaron sus obras históricas, sí constituyen un elocuente ejercicio de «autohistoriografía», de historia que los historiadores hacen de sí mismos, según el término acuñado por Jean-François Botrel, según el mismo Eloy Fernández Clemente puntualiza.

El homenaje acabó con una breve intervención del propio Eloy, también reflexiva sobre el sentido del acto tal y como él lo vivía, sobre los amplios intereses que le han motivado como historiador que le llevaron también por ejemplo a interesarse por la historia portuguesa, – sobre la que cabe destacar su libro Portugal en los años veinte: los orígenes del Estado Novo (Valladolid 1997) –  y con el anuncio de que, como persona incansable que es, ya estaba escribiendo una novela histórica, uno de cuyos escenarios era precisamente el lugar donde nos encontrábamos, el Ateneo de Madrid, allá por el siglo XIX. Escuchándole me vino a la mente unos párrafos de su primer tomo de memorias que transcribo porque en él se entremezclan el amor a su padre, a su tierra aragonesa, su amplia cultura humanística, y su mesura. El texto tiene el epígrafe de «Hablar A Boninico».

Una cuestión que ocupó a mi padre [ que era maestro ] durante muchos años es la del habla local, rica en modismos originales, sin ninguna duda inmersa dentro de lo que hoy llamamos fabla o aragonés. Tiene maldita gracia que tantas de aquellas expresiones que se nos vedaban a los chicos de hace medio siglo diciéndonos que era «hablar mal», paleto, eran, en realidad restos aún vivos de la vieja llama, el gran idioma romance derivado (como el castellano o español, el catalán, el gallego-portugués, el francés, el italiano, el rumano, etc.) del latín. ¡A más de cien kilómetros al sur de Zaragoza! Las peculiaridades de esa forma de hablar, estudiadas con enorme cariño por mi padre, formaron un artículo ya citado, editado en 1992.

Desde pequeño, en Alloza, oí muchas palabras en aragonés a la gente del pueblo. Me quedan inevitablemente docenas de ellas en el hondón de los recuerdos y me saben a meriendas de pan con vino y azúcar, a roscañau, a tortas de alma: Voy asoben a casa de la tia Maria, bolligo mucho, soplo la camada o el calibo, dormito en la cadiera, escucho cuentos que me dicen a boninico y de camino me voy, es tarde y está bajando la boira.

Abominico, esa es la palabra que ya hace unos años «apadriné» en una encuesta que hizo Rolde, y que según algunos también se usa abreviada como abonico. Yo creo que no son lo mismo. Hablar abonico es hablar con cuidado, modosamente, bien. En cambio, abominico era hablar muy bajo, casi confidencialmente, guardando el máximo cuidado no solo en no molestar sino en no ser escuchado; y solían decirse, pensábamos, las cosas más amables y amorosas, también los rumores cantarinos. Aunque todavía disfruto de un vozarrón con mal oido, que no me permite cantar sino en presencia de mi abogado, sigo enamorado de esa palabra y su significado, de esa actitud prudente y moderada, de ese decir susurrando, deslizando más que palabras sentimientos.

 

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El curriculo «racial» en la escuela italiana entre 1860 y 1950

En la eficaz lista de distribución de la Sociedad Española de Historia de la Educación el historiador de la educación italiano Juri Meda da noticia de la última obra de Gianluca Gabrielli en estos términos:

Gianluca Gabrielli, Il curricolo «razziale». La costruzione dell’alterità di «razza» e coloniale nella scuola italiana (1860-1950), EUM – Edizioni Università di Macerata, Macerata 2015 (collana «Biblioteca di “History of Education & Children’s Literature”», n. 12); 233 páginas; € 17,50; ISBN 978-88-6056-421-4

Gianluca Gabrielli

 

El libro reconstruye la historia del concepto de “raza humana” en la escuela italiana entre los siglos XIX y XX, desde el período anterior a la conquista de las colonias africanas hasta los años de la descolonización. De hecho, este término jugó un papel crucial en los procesos de construcción y descripción devalorante del “otro”, en la justificación de la expansión colonial, así como en la “invención” de la identidad nacional. El trabajo se extiende a todas las disciplinas, pero se centra principalmente en la Geografía, encargada –durante todo este período– de enseñar la diversidad humana a los estudiantes, transmitiendo jerarquías explícitas e implícitas. Esta “imagen racial” del italiano y del “otro” (africano, “negro”) tuvo una articulada declinación iconográfica, que se reconstruye y se analiza cuidadosamente con el apoyo de una amplia gama de imágenes.

En esta página se pueden descargar Introducción y Conclusiones: http://eum.unimc.it/catalogo/catalogo-2015/il-curricolo-abrazzialebb