Descontento de Manuel Machado en los inicios de una campaña electoral

Por decreto publicado en la Gaceta de Madrid el 10 de enero de 1918 se convocaron elecciones al Congreso de los Diputados el 24 de febrero y al Senado el 10 de marzo para que se reuniesen las nuevas Cortes el 18 de marzo. En los inicios de una campaña electoral, en la que muchos candidatos hicieron grandes inversiones de dinero para ganar apoyos electorales, Manuel Machado se mostró muy crítico a los usos políticos dominantes en el sistema de la Restauración.

En las siguientes reflexiones de su dietario, que publicaba El Liberal acompañadas de un dibujo de Ricardo Marín, denunció el particular encasillado que iba a practicar el gobierno de concentración entre liberales, conservadores y regionalistas catalanes que presidía el liberal demócrata Manuel García Prieto y cuyo ministro de Gobernación era José Bahamonde y Lanz. Mediante esa operación practicada durante el régimen de la Restauración el Ministerio de la Gobernación rellenaba las «casillas» correspondientes a los distritos con los nombres de los candidatos que el Gobierno estaba dispuesto a proteger.

Martes 29 de enero de 1918

Fuera de algunos nombres demasiado conocidos, de políticos profesionales, y de alguno que otro ilustre en la Prensa o el foro, es la mar indiferenciada e innominada del patronímico la que llena las listas de candidatos para las próximas Cortes. La oleada turbia de los Pérez, Fernández y Garcías (muy señores nuestros) invade el llano y la sierra, y cubre de nuevo la España cuadriculada que se conoce en el ministerio de la Gobernación.

Ni nuestros escritores, ni nuestros artistas, ni nuestros pensadores, ni nuestros científicos, ni nuestros técnicos… Nadie, o casi nadie, en suma, cuyo nombre represente una obra, cuya figura evoque un día de triunfo, de gloria para la patria, de beneficio activo para la Humanidad. Tal vez resulten luego los grandes legisladores; pero, hasta hoy, la profesión de los más de ellos ha sido y es la de fulanista, zutanista o menganista; su talento, el de adherirse a un personaje influyente; su historia…la oscura senda tortuosa y callada por donde aquí se llega a ministro sin que nadie pueda saber por qué.

Parece -sin embargo- que este Gobierno de concentración no tiene un encasillado…sino varios. Uno por cada cabeza visible de grupo, y que los mismos ministros andarán a la graña para traer una buena minoría…a la mayoría.

Parece también que una sola cosa va a brillar más que nunca en estas elecciones de renovación: el dinero.

Y esta es la sola «luz» que vamos a tener los curiosos desocupados para acertar en nuestras apuestas sobre quiénes resultarán vencedores o por lo menos «colocados»…como en las carreras de caballos.

Ricardo Marin martes 29 enero 1918

 

La decepción de Manuel Machado ante el modo de gobernar de García Prieto

Los problemas socio-económicos se incrementaban a medida que iba transcurriendo el mes de enero de 1918 en el seno de la sociedad española. Paralelamente aumentaba la desconfianza de la opinión pública ante la capacidad para solucionarlos del gobierno de coalición que presidía el marqués de Alhucemas, Manuel García Prieto (n. 1859), líder nominal del Partido Liberal, y jefe de su fracción demócrata.

Expresivo de ese estado de ánimo son las siguientes reflexiones de Manuel Machado, quien muestra su decepción ante la pusilanimidad de García Prieto, que meses antes era visto por los liberales como un «renovador», y la incapacidad de diversos ministros para afrontar los desafíos que tenía el gobierno.

Sus dardos se dirigieron particularmente al ministro de Fomento que en aquel momento era Niceto Alcalá Zamora (n.1877), quien años después sería el primer presidente de la Segunda República española.

Una vez más las consideraciones de Manuel Machado, expuestas en el diario El Liberal, están acompañadas de una ilustración de Ricardo Marín. En ella se representa una Constitución de 1876 en trance de desligitimación, incapaz de ofrecer un cauce a demandas crecientes de una mayor democratización del sistema político de la Restauración, y de un sistema parlamentario más dinámico y vivo como el británico que es el que presenta como modelo Manuel Machado, al comparar las actitudes políticas de García Prieto y del primer ministro del Reino Unido David Lloyd George (n.1863).

 

Viernes 25 de enero de 1918

El Ministerio Alhucemas, cuyo título parecía ofrecernos un Gobierno sahumerio que limpiase el ambiente de miasmas deletéreos y acabase con los mil vicios de nuestra enrarecida atmósfera nacional, no ha tenido aún el gesto «renovador» y liberador que de él se esperaba. Sigue, al parecer, por el contrario, la trillada senda de los mil Gobiernos que en España han sido antes y después del fatídico 98, cuya cuenta aún no está liquidada. Los problemas vitales de la existencia nacional no le merecieron, al constituirse, sino una atención secundaria. Un hombre de segunda es todavía el encargado del ministerio de Fomento, que es hoy el ministerio del estómago español, viscera la más comprometida en las actuales circunstancias. Y todo por el orden. Lo que importa son las elecciones. Lo que le importa al Sr. García Prieto, según propia confesión, es traer una mayoría monárquica conforme a los sentimientos predominantes en el país, dice él. Y esto le parece asegurado. Con lo cual está contento y es completamente feliz, como hombre que ha cumplido su misión en el mundo.

Si después de celebrar tres Consejos seguidos tiene aún el presidente calma para escuchar uno -leal y sincero-, nosotros nos atreveríamos a darle el de que no ocultara a la Prensa, una noche a las doce, resoluciones que ha de saber toda España a las ocho de la mañana siguiente. Las medidas de orden público son obra de gobierno cuya justicia puede discutirse. Pero el ocultar o falsear la noticia de ellas no sirve para nada, si no es para desmerecer en el crédito de hombre serio y leal que todo gobernante necesita ante todos y ante todo. Vea el presidente lo que hace Lloyd George en Inglaterra, repare cómo se abre y comunica con el país a la luz del día y sin tapujos, y convénzase de que a los pueblos hay que hablarles claro y decirles la verdad. Y entonces sí que no pasa nada.

Ricardo Marin 25 enero 1918

 

El 10 de enero de 1918 en el dietario de Manuel Machado o reflexiones políticas

Tras dimes y diretes en la segunda semana de 1918 el presidente del gobierno Manuel García Prieto (n. 1859) consiguió la firma de Alfonso XIII para disolver el Parlamento y convocar elecciones para el mes siguiente. El marqués de Alhucemas era un jefe frágil del partido liberal, dividido en varios clanes, desde el verano anterior, y  había sustituido en la jefatura del gobierno al conservador Eduardo Dato el 3 de noviembre de 1917. Ante la noticia del día Manuel Machado reaccionó con una amarga crítica al caciquismo imperante en la política española, mostrando escepticismo ante los efectos positivos de la labor parlamentaria.

He aquí sus reflexiones acompañadas de la correspondiente ilustración de Ricardo Marín, desaparecia de la edición que hizo en 1974 J.L. Ortiz de Lanzagorta del primer semestre del dietario de Manuel Machado de 1918, con motivo de celebrarse el nacimiento del hermano mayor de Antonio Machado.

Ricardo Marín 10 enero 1918

Jueves 10 enero 1918

En cuanto al Gobierno, ya tiene resuelto el gran problema. El país está enfrente del más grave de los suyos, aunque no el más urgente. El marqués de Alhucemas obtuvo su «redecreto» de disolución de las Cortes, firmado y confirmado. Con él un nuevo y flamante prestigio innegable. Pero de los que más obligan y comprometen.

Por lo que toca al pueblo, al país, a España entera, parece llegada la hora de que muestre su conciencia y su voluntad en las próximas elecciones. Los candidatos van a decirle las mismas bernardinas de siempre; los caciques van a comunicarle las mismas órdenes; los gobernantes van  a preparar – magüer promesas increíbles- su encasillado de costumbre; los potentados van a ofrecerle más dinero que nunca por el voto.

Pues bien. Será un imbécil el que vote a los declamadores de vagas doctrinas de política fantástica que se llaman liberales, conservadores, republicanos, monárquicos, etc., y lo dicen tan orondos como si esos camelos significaran hoy nada en el mundo ni resolvieran el menor problema práctico de nuestra vida nacional.

Será un cobarde borrego, sin corazón ni meollo, el que no comprenda que el cacique vive y medra precisamente del rebaño que lleva a las urnas, y que si éste se guiña el ojo y no va ¡adiós cacique!

Será un infame el funcionario que se preste a ser rueda de la máquina electoral adicta y un iluso el que -contra su conciencia- trate de medrar, congraciándose con un estado de cosas cuya seguridad y duración son más que problemáticas.

Y, finalmente, será el último de los miserables el que venda por unas monedas el sagrado derecho – hoy un hecho definitivo- a salvar a su patria, a esta pobre patria de nuestra alma y de nuestra carne, que necesita hoy de todos sus hijos, sobre todo de los más pobres, para que no acaben  de devorarla los verdaderos sans patrie de la plutocracia.

Y en cuanto a si serán o no constituyentes las Cortes venideras, sólo depende de los hombres que las formen. Responded, pues, a todos los que os ofrezcan  hacer esto o lo otro, con esta pregunta:

– ¿ Y qué has hecho hasta aquí? ¿Dónde están tus obras?

Y, sobre todo, no nos mandéis aquí ningún hombre que no lo sea por sí mismo.

El 4 de enero de 1918 en el dietario de Manuel Machado

Continuando con el dietario de Manuel Machado que este literato fue publicando semanalmente en las páginas del diario El Liberal a lo largo de 1918 y que voy siguiendo en esta bitácora corresponde hoy dar cuenta de sus observaciones sobre el 4 de enero de 1918, tal día como hoy hace un siglo.

Como un signo de la crisis sociopolítica en la sociedad española de principios del año 1918 surgieron rumores a principios de enero de ese año de la existencia de un compló organizado por suboficiales del Ejército. A esos acontecimientos, a los que se tuvo que enfrentar el gabinete presidido por el liberal Manuel García Prieto, marqués de Alhucemas, se refieren las siguientes reflexiones de Manuel Machado, ilustradas por Ricardo Marín.

Viernes [4 enero 1918]

Ricardo Marín 4 enero 1918

Como a pesar del halo luminoso que nimba ya la privilegiada cabeza del presidente no se han disipado del todo las tinieblas morales y materiales en cuyo reino nos debatimos angustiados…los estupendos sucesos de este viernes extraordinario han acabado de sumirnos en un mar de confusiones.

He aquí, por ejemplo, una cuestión a la que francamente no sabemos cómo responder.

Si el Gobierno no tenía noticia del movimiento revolucionario, ¿qué pensar de sus aptitudes, qué confianza poner en su previsión y su vigilancia?

Si- por el contrario- el Gobierno conocía el complot, ¿cómo osó recabar un decreto de disolución de Cortes en tales circunstancias?…

¿Qué no ha habido tal movimiento, ni tal complot, ni ese era el camino?

Bueno, pues entonces…La verdad, es que eso de inventar conflictos para darse el gusto de resolverlos imaginariamente -como en los «vaudevilles» de La Biobe- (¡oh, nombre revelador) es cosa que da admirables resultados en el teatro.

Pero, en la realidad, parece harto más peligrosa que entretenida. Además, el manejo de esos viejos trucos se parece mucho al de las armas de dos filos, con las cuales es más fácil cortarse las propias manos.

Manuel Machado ante el 2 de enero de 1918

Prosiguiendo con el dietario de Manuel Machado, acompañado de ilustraciones del dibujante Ricardo Marín que publicaron como primicia en las páginas del diario El Liberal he aquí sus observaciones ante el 2 de enero de 1918, cuando España sufría una seria crisis social, con epicentro en la minería asturiana, política, dada la debilidad del gabinete presidido por el liberal García Prieto, a pesar de ser de concentración de diversas fuerzas, y económica como consecuencia de  las repercusiones de diversa índole en el país del conflicto bélico que desgarraba al mundo por aquellas fechas. Madrid sufría una oleada de hurtos y robos, y problemas de desabastecimiento.  Las condiciones meteorológicas, debido a fuertes nevadas, dificultaba el tránsito por la ciudad.

Ese gabinete de Manuel García Prieto, marqués de Alhucemas, se había constituido el 3 de noviembre de 1917. En él Niceto Alcalá-Zamora, futuro presidente de la Segunda República española, era ministro de Fomento.

Miércoles [2 de enero 1918]

Día de penumbra, turbio y desemblantado. Una pura interrogación. Peor. Un vago temor y una inquietud pertinaz. Nos preguntamos si se resolverá por fin el conflicto de los carbones, sujeto al de los transportes. Y no podemos, es triste, consolidar nuestra fe en el sr. Alcalá Zamora, a pesar de sus apellidos que evocan la línea férrea. La competencia del señor ministro, a pesar de su aprendizaje en la sección de Fomento del Consejo de Estado, nos parece harto vaga. De su elocuencia no hemos dudado nunca, pero tememos que el tráfico, como las ostras, son insensibles a la persuasión.

Por otro lado oimos del Sr. García Prieto que esta muy satisfecho de sus negociaciones con la Argentina para la adquisición de trigo. Sin saber por qué, esto nos da mala espina. Y luego, en efecto, leemos que la República del Plata vende todo el sobrante de su cosecha de cereales a los aliados beligerantes.

¿Después del carbón, nos preguntamos aterrados, surgirá el conflicto del pan?

Y volviendo los ojos alrededor, una cuestión más urgente nos asalta. ¿Encontraremos coche o tranvía para llegar esta noche a casa? ¿Veremos el camino? ¿Llegaremos en todo caso sanos y con la indumentaria íntegra? Y ante la urgente angustia de estas interrogaciones, se nos olvida momentáneamente la preocupación de si el Gobierno obtendrá o no el decreto de disolución de las Cortes.

Ricardo Marín 2 enero 1918